Las seis amantes

absinthia_03 - Suzanne Gerber

Abiertos de par de par encontré los brazos de mis amantes. Todas sonrientes y hermosas, rodeándome en un círculo crepuscular que me llamaba entre sonrisas y halagos. Allí estaba Diana con sus rizos de trigo; allá Verónica con su explosivo talante; acá Gisela con su cuerpito moreno; aquí Selena con su mirada de néctar, ahí Rebeca con su boca expectante y la cercana Sonia con sus piernas sumisas.

Intenté aproximarme a alguna de ellas, pero todas eran tan apetecibles que dudé a cuál elegir, y ellas sin dudarlo se aproximaron paulatinamente a mí.

Luego llegó el infierno y la agonía. Una me arrancó la ropa, otra el pelo, aquella las piernas, esta los brazos, la quinta el corazón y la última gustosamente la polla.

Se habían vengado por mis infidelidades, por mis mentiras, por mi falta de mimos, por mi desconsideración, por mi frialdad y por usarlas única y exclusivamente para el placer carnal.

De esta forma tan honrada, me dieron muerte mis seis bellas amantes.

Iraultza Askerria

La rutina

Rutina (026-365) - Ana Isabel Delgado Domínguez
Timbre. Sonido. Despierta corriendo. No pares. No mires. No sueñes, amigo. Levanta, despierta, corriendo a la mierda de un mundo agotado por falsa inocencia. El baño. La ducha. El Santo Grial. Ayuno: zumo, leche y pan.Protesta infantil. Quejido banal. El niño no quiere. El niño no va. La niña despierta. La niña se viste. La esposa es atenta y ayuda aunque triste. El coche te espera. El coche os aguarda. Garaje. Olfato. Gasoil y escalera. Pitido, el vecino. ¡Apártate niño! Móntate ya, ¡no juegues conmigo!

Las luces. El freno. La mano al volante. Acelera marido, llegamos ya tarde. Saliendo a la calle. Viciado está al aire. Atasco, ¡qué asco!

La pista, autopista. Carreta no sube la cuesta. Los coches, las prisas. Se van de cabeza. Rotonda girando. La escuela aparece en el fondo del arco. Los niños se bajan. Camino que sigues. Tu esposa se apea. El trabajo la pide.

Suspiras. Ya solo. Sin sol, desolado. Oprimes el mando, el motor va rodando. Al fondo aparecen las dos oficinas. Por fin has llegado a la puta rutina.

¿Por qué llegas tarde maldito mendrugo?

El jefe no folla. Cabeza de turco.

Enciendes la torre. Pantalla de luces. Te sale una alerta. Te advierte que imputes. Abrir el correo. Leer los lamentos de tantos clientes que tocan los huevos. Sentir un instante la charla que abre la bronca del jefe. ¡Me cago en tu padre!

Trabaja, labora, no pares esclavo. Produce, disfruta del bien del estado. No hables, no gimas, reten el pecado del mundo que abriga al mayor desalmado.

Prosigues sin pausa, sin tiempos de odio. Tercera llamada, sin voz y sin voto. Las horas transcurren sin cambios constantes, jodiendo las mentes de tú y tus compadres. Te duele la espalda. Dolor de garganta. Tos y estornudos. Toros y vacas. Almas degolladas. Enfermas, trabajas; no hay diferencia.

Se muere otro día. El curro termina. Ocaso. Cansancio. Atasco. Desánimo. Volver a casita, haz antes las compras, pon la lavadora, la cena y comida. Ayuda a los críos a hacer los deberes. Aquel tiovivo no asoma a que cese.

Acuesta a este niño. Y la lava a la niña. ¡Dios santo bendito! ¡Empieza la riña! Es pronto, mamá. Léeme un cuento. ¡Vete ya a descansar! No quiero más peros.

Por fin el silencio, más muerto que vivo. Más vivo que el hombre que toma un respiro. Cansancio, fatiga, se escapa la vida. Es hora del sueño. Exhausta la hormiga. La esposa se acuesta, el hombre se enerva. Discutes por algo. No tiene sentido. El grito, la afrenta, el toque de queda.

Se apagan las luces cual dos ataúdes.

Iraultza Askerria

Flor del estanque

Nenúfar, water lily. - Vvillamon

Flor en el estanque, solitaria. Las ondas se multiplican bajo su perfume, como si quisieran compartir su existencia con el resto de los seres vivos del hábitat. Las nutrias levantan la mirada y le sonríen, los flamencos le ceden sus alas rosas, repiquetean los picos de las rapaces pescadoras y destellan las aletas de las truchas.

La naturaleza entera ama a su flor del centro del estanque: mágica, singular, pequeña, hermosa, única. El cielo azul se desborda sobre sus pétalos, la blancura se destila como gotas de vino y una tibia sonrisa emerge de su tallo vidrioso cuando la flor se abre al mundo.

Es el renacimiento de la primavera, la llegada de la pasión, el momento que todo amante ha aguardado impaciente: por fin, se reencuentra con su flor.

Y yo, mientras contemplo ese solitario nenúfar del estanque, pienso en ti, margarita mía.

Iraultza Askerria

Onicofagia

Deditos mojados / Wet little fingers - Laura Domínguez

Te muerdes las uñas, deseoso de dolor. Se contrae tu cara en la adicción máxima de comerte a ti mismo. Brillan tus ojos al ver el desgarro continuo de la carne. Sonríe tu alma de placer cuando tus fauces se cierran sobre tus dedos indefensos.

Muerdes, desgarras, comes. No puedes ceder ante la onicofagia, ante el canibalismo de autoconsumirte. Rostro deforme y hambriento. Boca ávida de tu tormento personal.

Y mientras tanto, yo sé que te muerdes las uñas queriendo morder al enemigo que se jacta frente a ti, que se ríe de tu ordinariez, que se burla ante tu ánima inocente. Pero orgulloso, no haces más que agachar la cabeza y desgarrar las yemas de tus dedos con tus dientes rencorosos, cobijándote en tu propio sufrimiento.

¡Cobarde!

Iraultza Askerria

Caballo de plata

Caballo blanco - {author}Galopa con las crines al viento un caballo blanco, portentoso y recio, repleto de una fortaleza casi inmortal. Su hocico relincha grave y firme, ahuyentando las nubes grises que se agolpan en los límites del cielo.

La tierra se ahueca bajo las pezuñas y resuenan los cascos cual timbales de orquesta. Su belleza imborrable ilumina el oscuro mundo recortado a su alrededor. Parece una antorcha blanca, fogosa y apasionada.

Nada se interpone en su camino hacia lo infinito, hacia el más allá. El mundo le pertenece y él lo sabe bien.

Cabalga en sus lomos un jinete etéreo, un hermano del caballo, un espíritu aunado a él. Juntos atraviesan la vasta pradera, sin temor a posibles obstáculos, sin miedo a caer o a tropezar. Tal es la seguridad que despide el caballo de plata que incluso la brisa se silencia ante su trote tendido.

El sonido del galope se pierde en el tiempo, volviéndose un eco imperecedero que nunca termina, quedando arraigado en la memoria. Parece una melodía, una música que invita a beber de la vastedad del universo.

El hijo del viento y el caballo de plata avanzan hacia lo eterno besando la libertad.

Iraultza Askerria

Danubio

Photo - {author}Hay un barco navegando por el Danubio, de casco níveo y motorizado, sin más velamen que una melena negra, agitándose al son de la libertad. Hay una embarcación que se desliza por el agua turbia, como una caricia sobre un sexo eyaculado, mientras unos ojos femeninos avistan el horizonte, limpiándolo todo con su inherente dulzura. Hay un bajel que transporta a una diosa ante la mirada sorprendida de los parroquianos, y que siente el orgullo de ser el trono de una princesa, el palacio de una diva, el amparo de una reina. Hay un navío sobrevolando las ondas azules, fieles reflejos del cielo perlado, que al romperse ante esa mirada gloriosa, parecen aplaudirla como dándole la bienvenida. Hay un ferry sumergido en el Danubio, llevando consigo un corazón, un alma, una niña, un amor, alardeando ante ella de la belleza de una ciudad aun sabiendo que transporta la más hermosa figura de Europa.

Iraultza Askerria

La huella solitaria

Cuando el día se acaba - José Luis Mieza

En la blanca arena encontré una huella solitaria. Estaba en el centro de la playa, resguardada entre dos piedras que la habían protegido del impetuoso oleaje. Pura como una luna desamparada del firmamento, ausente como un latido de amor no correspondido.

Me sentí tentado ante esa huella solitaria, única. Parecía inamovible en medio de la playa, como si siempre hubiera estado allí. Las hermanas que debieron haber seguido sus pasos habían desaparecido de la arena tiempo atrás. Sólo quedaba ella: la huella solitaria.

Salvé las dos rocas y me arrodillé frente al pálido vestigio. Tenía forma de pie femenino, un treinta seis extendido perfectamente, con los dedos esbeltos y delgados y el talón enhiesto y orgulloso.

Me pregunté cómo serían las piernas de aquella desconocida, cómo sus nalgas, cómo su vientre, cómo sus pechos y cómo su cuello, cómo el rostro alzado sobre unos pies tan perfectos.

Concebí su figura en mi mente, ilusoria, imaginaria, una mentira que falsificaba la representación de la realidad. Tenía la urgencia de verla, de conocerla, de observar a la creadora de aquella huella en la arena, de aquel pie colgado de los cielos.

Así perseveré durante años: guardando la huella entre las rocas, paseando por la playa, buscando y midiendo el tobillo de cada muchacha que pasaba junto a mí. Pero no encontré a mi desconocida, nunca apareció.

Y de su existencia únicamente perduró una huella solitaria, como la sombra de un amor platónico.

Iraultza Askerria

Trabajo macabro

Photo - {author}Tras veinte años de profesión, el forense había enloquecido frente a aquel cadáver. El cuerpo había llegado a la sala de exploración con una etiqueta profética: “sujeto sin datos, proceder a su identificación clínica”. Un perro de caza le había destrozado la cara. Tras desvestir el cadáver y descubrir un simbólico tatuaje en la pantorrilla, no necesitó más para identificar a su hija.

Iraultza Askerria

Lámpara maravillosa

IMG_4616 - {author}Oírte respirar como a una lámpara maravillosa. En tu boca susurra un genio capaz de cumplir mil deseos. El aceite que suspiras te hace más luminosa y a mí me empalaga hasta el punto de no poder sobrevivirte. Te lamo las curvas mágicas de la inocencia, mientras crepita en mi corazón el ansia y tú materializas mis ilusiones con el pincel de tus encantos.

Iraultza Askerria

Redoma de beso rosa

Photo - {author}Redoma de beso rosa, ¡qué dominio de la daga en mi piel desplumada! Lanzas la sábana al crespado pubis y apaciguas su fortaleza con un roce húmedo. Cubren el pudor los cabellos negros y mis manos toman débilmente el rostro que se acuna en mi vientre. La órbita de un cometa atravesando el dormitorio azul, y una esfera titilante simulando una enana blanca. Vibra y brilla. Espasmos de átomos rotos entre jadeos de sangre.

Lame el gemido, mi hembra morena. Hombre desquiciado en su cerrazón ocular. Ver más allá de la realidad cuando es cierto lo imposible y el paraíso parece oasis terrenal. Simplificando el placer para derribar el odio, mientras sonríen los gases nobles en la polución del sexo.

Saliva diáfana contra diáfana saliva. Claroscuros de sabores entre aromas almizclados. La boca susurra un embudo y en la presión de una ventosa se inhibe la piel lacerada por la lengua. Oblicua punzada tras íntegra envoltura. Se queda abierta la sima y libre el pedestal, antes de otra profunda ingestión.

Y tan profunda…

… que se rompe la agonía en mil pedazos y el corazón se tambalea insolente, sin apenas pedir perdón ni permiso. Llora con un gruñido gutural mientras el beso rosa prosigue en su maestría. Explosión de llamas.
Tus labios teñidos de mí como una flor de azucena en su zigurat de luz.

Iraultza Askerria