Infidelidad

Enchanted corner - {author}Aquel día supe que me habías sido infiel.

Cuando recibí la noticia, me mostré impasible sin dejar traslucir ningún tipo de emoción. Siempre había sido un mago de la ocultación sentimental. Pero en la soledad de una almohada, era el más sensible de todos. Podía pasarme una noche entera con los abiertos, sin pestañear, mojados por el rojo hierro de unos dolorosos pensamientos.

De este modo, al llegar a casa y cerrar la puerta de mi casa, me puse a llorar, desconsolado. Dejé caer la cazadora, apoyé la frente en el marco de la puerta y un torrente de lágrimas comenzó a descender por la madera. El alma se me despedazaba mientras imaginaba tu cuerpo desnudo entre los brazos de aquel italiano, abierta de brazos y de piernas, con la boca extendida para recibir todo el amor que tuviera que darte y los ojos bien clavados en aquel que me había sustituido.

Me golpeé la cabeza contra la jampa, un dolor que mitigó temporalmente el sufrimiento pasional. Luego recorrí la cocina americana y me senté en el sofá de cuero. Estaba encorvado, contemplando el suelo alfombrado sobre el que tantas veces habíamos follado como cerdos, en cualquiera de las posiciones imaginadas por el ser humano. Recordé aquella vez que con un descuido, te golpeaste la nalga derecha contra la mesa del centro, lo que te provocó un pequeño moratón, que sané con mis besos.

Pero ya no habría más caricias en tu cuerpo de nieve, ni más penetraciones a tu pelvis de escándalo, ni más arrumacos o caricias, o ni tan siquiera, una palabra de aprecio o agradecimiento. Tú ibas camino de una nueva vida y yo enfilado hacia la muerte.

Me levanté, trastabillando con mis propios pies que buscaban ya caer rendidos al inframundo. A trancas y barrancas llegué a mi dormitorio. La luz de las farolas de la calle entraba a través del balcón, lo suficiente como para alumbrar las aburridas paredes de yeso de la habitación. En ellas había pegado un sinfín de fotos tuyas, y nuestras, que componían la figura de un corazón.

Me dirigí al mural y arranqué una de las fotos de la esquina inferior. En la imagen, tú estabas tendida en la cama, con los ojitos cerrados y los labios entreabiertos, dormida como un angelito. Pedazo de zorra. Quité otro de los daguerrotipos, justo arriba. Éste nos retrataba a los dos, subidos en la noria de Londres, con un fondo sombrío a nuestras espaldas. Ojalá te hubiera lanzado al vacío. Diagonalmente, tiré de otra fotografía, en la cual, un beso enlazaba nuestras bocas jóvenes. Maldita puta de labios carnosos. Me apropié de otra más arriba, en la que aparecías tú, en bikini, en una de las playas de la costa portuguesa. Arranqué la última de las instantáneas, aquella que había tomado desde el móvil, una noche, cuando después de hacer el amor, nos habíamos adormilado entre los brazos del otro. Era preciosamente hermoso, pero no dejaba de ser el pasado.

Volví a contemplar el collage. Tras pasar por el quirófano, una larga estría había taladrado el antiguo corazón, de abajo a arriba y oblicuamente. Era la efigie de la jodida verdad. Tú me habías roto el corazón. ¿Qué me quedaba en la vida ahora?

Nada.

O al menos, nada más que morir.

Atravesé el dormitorio hacia el balcón. Fuera hacía un frío hiriente. Así lo comprobé en mis propias carnes. No había estrellas en el cielo, sólo una luna estridente me que oteaba con una mueca cáustica. Maravilloso. Adiós, cosmos infiel.

Me subí a la baranda y calculé cuánto tardaría mi cuerpo en atravesar tres pisos de altura hasta estrellarse contra el asfalto y romperse como un cristal, en multitud de astillas de piel, sangre y huesos.

Sería rápido, y nada quedaría ya de este hombre inútil, falso escritor y peor amante, que había prometido no amar a nadie más que a aquella mujer.

Sin embargo, daba igual. Un paso en falso y todo acabaría.

De repente, surgió una sombra femenina en una esquina de la calle. Caminaba sibilinamente hacia mi portal. Era rubia y menuda, delgada y sugerentemente atractiva. De lejos parecía muy guapa.

Me volví a internar en el piso y fui a recoger la cazadora.

Quería echar un polvo antes de suicidarme.

Iraultza Askerria

Colores

Photo - {author}
El verde es el color de la esperanza. También lo es de tu alegría, de tu mueca trucada en abiertas sonrisas. Del pecho enardecido cuando respira atosigado. De ti misma en estado puro, abierta como la primavera, verdaderamente paciente en tu verde anímico.
El azul es el color de la libertad y de tu sexo que sabe amar y sabe a mar cuando se libera de sus bragas. En el azul de tus muslos naufrago como Odiseo no buscando más Penélope que tú misma. Y en las azuladas vertientes del ocaso y el crepúsculo, te me vuelves azul como un ruiseñor, ola gemebunda en su canto extasiado.

El negro es el color de la elegancia, de tu pelo, de tu vello, de tus faldas y tus vestidos, de tus ojos oscuros, de los universos paralelos y del futuro que no nos espera. Con él me ahogo sudoroso cuando me pego a ti en la oscuridad de un dormitorio y en el fluir de las sombras fluyen los abrazos ciegos y se tientan los ojos, comiéndose.

El blanco es el color de la inocencia, de la pureza y de la suciedad cuando me corro sobre ti. Es el símbolo brillante de tu piel esponjosa, marea baja cubierta de arena que resplandece bajo tus ojos. Me recuerda a la castidad y a la timidez que perdimos en la capital iberoamericana. Pero ante todo me recuerda al camino sin fin que recorreré contigo.

Y el rosa no es un color. Es tu color. Te llama y te viste de soltura, de donaire, de carácter, de intelecto, de simpatía y bienestar. Las rosadas auroras te pintan, mientras insinúan tus curvas de escándalo y te levantan por encima del mundo como una diosa ejemplar.

Pero ante todo, tú eres mucho más que un color. Lo eres todos. Tonalidades y matices que al juntarse recrean tu cuerpo cálido, esbozan tu existencia, sabiéndose descendientes de tu gloria infinita. Perfección absoluta en mujer.
Color en este mundo sombrío.

Iraultza Askerria

Reconstruyendo el Big Bang

Big Bang - {author}Abierta de piernas como un volcán en erupción. Flexible como el junco húmedo de una orilla. Tumbada en la penumbra de un rincón, hervida de caricias. Solapada por la insidia enfurecida de mi cuerpo.

Péndulo oscilante de penetrante aguja, marcando las horas en tu reloj de sol. Sofoco de lluvia arreciando sobre la tierra de tu vientre. La boca que devora una boca, el labio que muerde y se deja morder. El pico que excava en la mojada gruta, incesantemente.

La sonda se pierde en tu regazo buscando la raíz de tus gemidos. Son estos el papel blanco que transcribe arañazos, en mi espalda, en mis muslos y en mi rostro quemado. Brilla tu boca roja, tu lengua roja, tu mejilla roja. Atrae la negrura de tus ojos y de tu pelo. Me quemas y me absorbes. Estoy invaginado en tu interior como un recién nacido.

Se deshacen en pedazos las olas del mundo. Los terremotos arrastran nuestras almas en vela. El cielo se desprende del cosmos y cae sobre nosotros, nos aplasta, nos presiona, nos tensa la piel y la agonía. A punto de explotar.

Me comen la cara los suspiros de tu garganta. Me ensordecen los clamores ostentosos de tu orgasmo. Ardo en la felicidad de saberte complacida, herida, denostada, injuriada, apretada contra mí, acuchillada por mis embestidas.

Se agita el seno nevado. Se agita tu pelvis enloquecida bajo la mía. Montaña rusa. Cohete espacial. Viaje alrededor de una estrella a la velocidad de la luz. Restituyamos la dualidad del ser humano al corrernos mutuamente en la fundición de nuestros cuerpos.

Se desploman las ansias viriles y descansan las piernas femeninas. Un hombre condensado en una mujer. Una mujer diluida en un hombre. El corazón que late sobre y bajo el pecho ajeno. Los ojos mirándose en un recíproco reflejo. Placer y amor revueltos en el sudor, la sobredosis, el fin del universo.

Reconstruyendo el Big Bang con dos corazones.

Iraultza Askerria

Verte dormir

Photo - {author}Cuando duermes y te miro, me pareces el cuenco de misterios y el eco de las supernovas que llaman al otro lado del universo. Tu boca entreabierta, suspirando pecados y promesas ciertas, y las pestañas largas bien cerradas sobre tus ojos de arco iris. Las mejillas blancas, los pómulos enrojecidos por la almohada, la frente serena e inmaculada. Tu rostro suspendido en el sueño como el más beato de los inmortales.

Verte dormir es un espectáculo en la oscuridad de la noche; una nueva disciplina artística; una oportunidad de brindar por la naturaleza contemplando tu belleza. Y en ello quiero pasar mis horas nocturnas, diurnas, muertas, ciegas, vivas, eternas, acechándote mientras descansas, sabiéndote mía bajo el amparo de las sábanas como el loco hambriento que soy, enloquecido por tu hermosura.

Iraultza Askerria

Hoy no me apetece escribir

Refill Pelikan - {author}Hoy no me apetece escribir. Quiero cogerme el día libre, cerrar el tintero y jubilar la pluma. Quiero decirle a la musa que me voy de vacaciones y que apunte en la agenda cualquier nuevo encargo. Quiero que las palabras surjan en mi cabeza sin adjetivos, sin metáforas, con fallos gramaticales y estructuras dispares. Quiero que mis frases no sean leídas una y otra vez.

Hoy no me apetece escribir. Quiero montarme en la moto y accionar el acelerador. Quiero sentir el aire de la costa contra mi rostro mientras escucho acordes expeditos de rock & roll. Quiero detenerme un instante sobre un acantilado y mirar al futuro de la consciencia, donde los deseos se hacen realidad. Quiero que mi corazón se desboque a lomos de la irracionalidad.

Hoy no me apetece escribir. Quiero salir a correr tras una balón de fútbol, apuntar a la portería contraria y encajar un gol por la escuadra. Quiero gritar de júbilo mientras celebro la digna proeza en una ataque de frenesí y locura. Quiero sentir la adrenalina descender hasta los niveles de la tranquilidad. Quiero sudar y caerme sobre la hierba para levantarme luego con mayor entusiasmo.

Hoy no me apetece escribir. Quiero ir a tu oficina y sacarte a la fuerza del pequeño cubículo que compartes con los demás. Quiero encerrarme contigo en el ascensor, detenerlo en mitad del abismo y besarte delirante. Quiero alzar tus muslos por encima de mi cadera y penetrarte violentamente mientras te mantengo en el aire, en el cielo, en el paraíso, y te susurro al oído sucias palabras de amor.

Hoy no me apetece escribir. Y, sin embargo, al hacerlo he vivido todo cuanto quería hacer.

Iraultza Askerria

Religión

Image from page 87 of Me posees, espíritu sagrado, el alma y el corazón, la fe y el coraje. El agua bendita que corre por mis entrañas fluye de tus besos nacarados. Me vuelvo esclavo de tu religiosa simpatía, mientras al borde de tus suspiros rezo por los encantos que guardas. Soy el devoto seguidor de tu firma, aquel que confiesa entre tus piernas los pecados de una lengua maliciosa.
No tengo más deidad que tu nombre, mujer, ni más regla y precepto que tu palabra de oro. Leo la biblia en tu piel meticulosamente como un asceta. Profeta soy de ti misma, mientras sirvo tu versículo y tu verso, tu poesía y tu edén.
Mi universo entero. Mi mundo. Mi cielo y mi infierno cuando te corres. Me alimentas y me amparas. Me vistes y me desvistes. Colocas en mí las tablas de tu pasión, haciendo crecer el fervor que por ti siento.
Tú, mi única religión, mi única ley, mi única diosa.

Iraultza Askerria

Querida lluvia

horizontes - manuel holgado

Incesante lluvia derramada de los tejados del mundo. ¿Dónde estás? ¿Dónde te escondes? ¿A dónde fuiste?

Llueve ahora, te lo ruego. Bendíceme con tus gélidos cristales. Quiero sentirte sobre mi rostro, como una mano redentora, como un pañuelo que limpia pecados. Mas miro al cielo y no te veo; tan azul como la soledad, tan celeste como la burla de un Dios.

Regresa a este mundo, por favor, te necesito en mi alma. Vuelve a derramarte, a mojarme, a humedecer la tierra seca y árida de mi alma desconsolada. Quiero verte llover sobre mi cara y que tus gotas limpien las lágrimas de mis ojos enamorados.

Ven a mí. Lluvia querida. Lluvia amada.

Iraultza Askerria

Pañuelos

Handkerchief - {author}Vamos a comernos las amarguras que nos mantienen lejos. A salar las penas con sudor carnal y endulzar los kilómetros de besos y caricias. Vistamos el remoto horizonte de sujetadores y calzoncillos, de muchos y diferentes colores, y después, pongamos lámparas y genios en las hebras del sol, para que cumplan e iluminen nuestros deseos. Hagamos una isla en este continente y erijamos monumentos con las barreras que nos rodean. Coloquemos en el aire los cimientos de las montañas y colmemos los ríos de puentes y más puentes. Obremos de tal forma que este gigantesco mundo se convierta en un pañuelo y así, cuando tiremos cada uno de su lado, sentir la fuerza del otro vibrar a través de las células del universo.

Iraultza Askerria

El hotel

Photo - {author}En los hoteles pasábamos desapercibidos. Hablábamos poco en la recepción y nuestras miradas cómplices se alejaban hasta que se cerraba la puerta del elevador. Con paso sigiloso enfilábamos el pasillo, ligeros pero sin prisa, y al cerrar la puerta del dormitorio reservado, sentíamos que ya nadie podía encontrarnos.
Ningún empleado advertía nuestra presencia; ningún cliente. En los crepúsculos, tocábamos nuestras carnes en la tibieza de la bañera. El mármol humedecía nuestros cuerpos en el chapoteo de la carne. Salpicábamos las toallas, los azulejos, las paredes de yeso y piel, pero no emitíamos más ruido que el fluir del agua. Terminábamos agotados en el mar enjabonado, con tu vientre pegajoso por el semen y tu boca gimiendo dentro de la mía. Tan secreta como silenciosa.
Por las noches, recogidos en la intempestiva madrugada, era más sencillo evadirnos de la realidad y hacernos sentir como si no existiéramos. Rompíamos el universo cabalgando de estrella a estrella a través de los galeones del colchón. Los muelles aplaudían nuestra presencia, pero no sin despertar los mundos del espacio exterior. Podíamos devorar la última cena y disfrutar del postre genital, recobrando energías y excitación antes del latigazo: esclavitud, penetración, la cadena montañosa entre el alud de sudor y afluencias demenciales.
Así pasábamos los días y las noches en el hotel. Durmiendo cuando rayaba el mediodía, trasnochando más allá de la madrugada. Solazándonos en la palidez mojada y en la comodidad conyugal. No hubo nunca un hotel que descubriera nuestras lascivas actividades. Siempre supimos guardarnos bien.

Iraultza Askerria

El momento oportuno

el obelisco del presidente Balmaceda 24 metros, la escultura correspondio a Samuel Roman en 1949 - {author} Rocío áspero en mis ojos, cerrados en tus recuerdos desnudos. Carne viva, aliento vivo, y mi amor en tu puño. Llueven lágrimas de vino que se agitan como un junco, mientras llora en la distancia este niño tuyo. El tiempo se demora segundo a segundo, tristemente marcando la vastedad de este mundo. Los caminos son eternos sin que pueda ninguno acercarme a tu cuerpito desnudo y puro. Lloro entonces sumido en este ocaso oscuro; esperando, esperando, el momento oportuno.

Iraultza Askerria