«… dejarán como trofeo, a Príamo y a los troyanos, la argiva Helena.»
Homero; Ilíada, canto II (verso 158).
En un mundo tan competitivo como el nuestro, la palabra trofeo aparece constantemente en periódicos, televisión y cualquier otro medio de comunicación, siendo especialmente notable su tedioso protagonismo durante los eventos deportivos. Así, los trofeos de tenis, fútbol o motociclismo, copan el lustre de tantas noticias destacadas.
Sin embargo, pese al frecuente uso de la palabra trofeo, pocos conocen su verdadero significado. Intentaremos desentrañarlo y saborear de esta forma las mieles de la victoria.
Del castellano al indoeuropeo
Tal y como explica el Diccionario de la Real Academia Española, trofeo proviene del latín trophaeum, vocablo escogido del griego τρόπαιον. La palabra deriva de la forma verbal τρέπω (trepō), y esta a su vez del nombre τρόπος (tropos). Esta última palabra se traduce como “vuelta” o “giro”, teniendo su origen en la raíz indoeuropea trep.
Trofeo no es la única palabra del diccionario que comparte este origen etimológico. De ejemplo puede servir tropismo: movimiento de orientación de un organismo sésil como respuesta a un estímulo. Si bien este último sustantivo ya tiene implícita una cualidad móvil y por ello se puede entender su relación con la palabra griega “vuelta”, vale preguntarse qué tiene que ver un trofeo con todo esto. Los trofeos, por sí solos, ni se mueven ni giran ni vuelven ni regresan, por lo que de primera mano, parece una broma su origen etimológico.
Pero nada más lejos de la realidad.
Los trofeos de la Antigua Grecia
Ahora debemos adentrarnos en los entresijos de la historia, esos engranajes que, desconociéndolos, han provocado la fisionomía del mundo en el que vivimos.
Por todos es sabida la fama bélica de los griegos, sustentada en ocasiones sobre antiguos mitos como la Guerra de Troya, y otras sobre acontecimientos históricos de la categoría de las Guerras Médicas o las conquistas de Alejandro Magno. Con esto, nos cercioramos de la voluntad belicosa de los antiguos pobladores de Grecia.
Pero tal y como recitan las gloriosas epopeyas de Homero, los guerreros aqueos no luchaban únicamente por el control territorial o las riquezas. Había algo, si cabe, más importante: el honor. Así nos lo demuestra la Ilíada, cuando Menelao marcha a Troya a rescatar a su legítima esposa y en una batalla contra Paris, éste escapa como un cobarde, girándose sobre sus propios talones, volviéndose hacia la protección de las murallas de Troya.
Sin embargo, Menelao, el bizarro rey de Esparta, no pudo dar alcance a Paris. Si lo hubiera logrado, habría dado muerte al joven príncipe troyano jugándose una merecida venganza; después le habría despojado de sus armas, armaduras y cualquier otra joya de valor, y finalmente, habría regresado al mismo lugar donde Paris había comenzado su huida (su vuelta, su giro) y ahí mismo habría levantado un monumento con los despojos del cadáver.
En la Antigua Grecia, este monumento alzado con los restos del enemigo en el mismo lugar donde éste se había vuelto en retirada, era conocido, ni más ni menos, como trofeo.
Los trofeos en la literatura
Por lo tanto, los trofeos no eran ni medallas, ni copas de oro, ni cualquier otro tipo de símbolo victorioso que se regalaba al vencedor. Los trofeos estaban construidos con las armas y las armaduras de los enemigos, y se levantaban justo donde el ejército rival había comenzado su fuga. Aquí subyace el origen etimológico de la palabra tropos, que recordemos significa: “vuelta” o “giro”.
Una vez conocida esta tradición de la Antigua Grecia, resulta interesante analizar algunas citas de obras consagradas de la Época Clásica.
El dramaturgo Esquilo, en su tragedia Los siete contra Tebas, dice así:
«Hago el voto de rociar con sangre de ovejas los hogares de las deidades, y hacer en honor de los dioses sacrificios de toros y erigir un trofeo con las vestiduras de los enemigos y dedicar a los santuarios el botín conquistado en la lucha.”
Esquilo; Los siete contra Tebas.
El poeta trágico Eurípides también hace referencia a esta ancestral tradición en Los Heráclidas:
«Hemos vencido a los enemigos y se han erigido trofeos que contienen la armadura completa de tus enemigos.»
Eurípides; Los Heráclidas
Incluso Miguel de Cervantes, tal y como podemos leer en etimologias.dechile.net, manifiesta esta costumbre aquea en su archifamoso Don Quijote de la Mancha:
“Los del escuadrón se estuvieron allí hasta la noche, y por no haber salido a la batalla sus contrarios, se volvieron a su pueblo, regocijados y alegres; y si ellos supieran la costumbre antigua de los griegos, levantaran en aquel lugar y sitio un trofeo.”
Los trofeos a lo largo de la historia
Conocido ya el origen de los primeros trofeos, conviene señalar que esta práctica griega de conmemorar los éxitos militares fue adoptada por los romanos. No obstante, lejos de erigir estos monumentos en el campo de batalla, los generales de Roma optaron por edificar dichas obras en la entrada de las propias ciudades.
Inicialmente se edificaron columnas rostrales, en cuyos fustes se colocaban los espolones de los navíos enemigos apresados. Después se construyeron arcos rudimentarios, sobre los que colgaban las armas y armaduras capturadas al adversario a modo de trofeo. Finalmente, estos arcos se convirtieron en obras colosales de arquitectura, olvidando la razón genuina de exhibir los despojos del rival, y naciendo así los famosos Arcos del Triunfo.
En la actualidad, los trofeos han ido evolucionando hacia sencillas representaciones de éxito, como copas, placas conmemorativas, medallas, etc. Sin embargo, aún queda el viejo sabor de capturar los despojos del enemigo y exhibirlos con orgullo, tal y como sucede en la cinegética: los trofeos de caza. Resulta muy común ver en los ranchos de los cazadores, diferentes cabezas de jabalí o cornamentas de ciervo que tienen el mismo valor simbólico que los ancestrales trofeos de la Antigua Grecia.
¿Y que nos dice el diccionario?
Vale la pena asimilar la acepción de la palabra “trofeo” indicada por el DRAE, ya que en cada uno de sus significados se concentra parte de la historia que acabamos de narrar:
- Monumento, insignia o señal de una victoria.
- Despojo obtenido en la guerra.
- Conjunto de armas e insignias militares agrupadas con cierta simetría y visualidad.
- Victoria o triunfo conseguido.
Un trofeo a los cobardes
Me gustaría finalizar este artículo recordando a todos esos guerreros que en el campo de batalla giraron sobre sus propios talones, en un intento de volverse hacia la vida y escapar de la muerte.
Sin ellos, el trofeo, en su sentido más primigenio, no hubiera llegado hasta nosotros, y siempre resulta enriquecedor conocer el origen de las palabras, que además de enseñarnos algún capítulo de la historia, nos demuestra que, en el mundo etimológico, nada ocurre por casualidad.