Errores comunes en los personajes de nuestras novelas

“Los personajes no deben aparecer como fantasmas sino como realidades creadas, construcciones inmutables de la fantasía: más reales y más consistentes, en definitiva, que la voluble naturalidad de los actores.”
Luigi Pirandello

The Making of Harry Potter 29-05-2012 - Karen Roe

En todas las profesiones y vocaciones, los errores son comunes y están a la orden del día. No en vano, hay un dicho que cita «el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra». Mayor certeza, no habrá en el mundo.

Escribir es, posiblemente, una de las ocupaciones que más desaciertos genera. Sean gramaticales, ortográficos, estructurales o de estilo, hay profesionales que se dedican únicamente a la corrección de textos. Otros, como yo, sufren el acecho constante del fallo y el desliz, de una equivocación inenarrable o de un despiste difícil de perdonar.

Sin embargo, no considero que quien comete faltas ortográficas o gramaticales no sea un buen escritor. Considero que un mal escritor es aquel incapaz de imaginar un paisaje, narrar en un tono uniforme o caracterizar singularmente a su personaje protagonista. Y considero, asimismo, que de los errores se aprende y que para llegar a ser un gran escritor primero hay que ser un pésimo escritor.

Vamos a centrarnos ahora en los errores comunes que cometemos durante la creación de nuestros personajes, que en las novelas especialmente, requieren una verdadera atención. No se les puede perder de vista, y hacerlo puede suponer extraviar para siempre el hilo de una historia magistral.

El protagonista como fiel reflejo del autor

Uno de los peligros más habituales, y que acecha especialmente a los autores jóvenes, es crear personajes idénticos al escritor. Esto puede ser correcto si se trata de una autobiografía o de una novela en primera persona donde abundan episodios inspirados en experiencias personales. Sin embargo, cuando se trata de ficción pura, es un gravísimo yerro.

En ocasiones, el escritor concibe una idea y una trama ejemplar, un magnífico argumento y una ambientación completamente ficticia. Pero resulta, que cuando se pone a escribir, su protagonista toma la naturaleza del propio artista, sucumbe ante la soberbia del autor que lo ha concebido; piensa, habla y actúa como él. Así, el propio escritor se vuelve protagonista de su novela de ficción.

Es un error muy habitual, especialmente al principio, y cuya única solución es distanciarse por completo de la historia y comprender que el protagonista debe interpretar su propia historia, no protagonizarla el propio autor.

No conocer a los personajes

El lector no tiene que saberlo todo sobre los personajes de la novela. El autor, por el contrario, debe conocer lo absolutamente todo, cualquier detalle. Desde cómo se llamaba su padre hasta dónde conoció a su chica.

Desconocer cualquier rasgo del protagonista hará de él un personaje hueco, vacuo, insustancial. El lector debe asimilar las características más distintivas del protagonista. El escritor debe conocer todas las demás.

Escribir es la capacidad de imaginarse otra vida con todo lujo de detalles. Una armonía plena entre el escribano y el protagonista hará que la novela siga por un buen cauce. Esta simbiosis es vital para uno u otro, y sobre todo, para atrapar al lector durante el resto de la narración.

La pasividad del personaje

Un fallo garrafal es construir frente a nuestro compañero un camino largo y recto. Sin curvas, sin obstáculos, sin señales de prohibido el paso. El protagonista de una novela debe sufrir y reír, llorar y pensar. Debe exhibir un dinamismo propio de los héroes. La pasividad condenan a un personaje y a toda una obra al olvido y al aburrimiento. Personajes activos y vivos aferran al lector a la trama, enganchan su curiosidad hasta el final de la obra.

Igualmente importante es la evolución de los personajes. Un protagonista que empieza y termina la novela de la misma forma es un personaje incompleto. ¿No ha aprendido nada tras tantas páginas? ¿No ha cambiado nada en su alma? ¿No ha odiado o amado o vivido o sufrido? Si lo ha hecho, el escritor tiene que demostrar estas transformaciones en la personalidad de su protagonista.

Como anexo a esto y conociendo la popularidad que la obra tiene en estos momentos, recomiendo la lectura de la saga Canción de hielo y fuego para comprender cómo debe evolucionar un personaje. Los protagonistas de estas novelas están perfectamente caracterizados y se hace patente la transformación de cada uno de ellos a lo largo de la trama. Aunque no la considero una obra maestra de la literatura, la caracterización de los personajes de Juego de tronos es magistral.

Los personajes planos

Debido a que no todos los personajes son protagonistas, no todos cumplen la misma función y, por tanto, no todos requieren la misma atención por parte del escritor. Los personajes secundarios, aunque importantes, no deben ser más tangibles que los protagonistas.

Ahora bien, tampoco hay que llenar la obra de personajes planos. Si bien los protagonistas son como un hijo, los restantes personajes deben actuar como un amigo o un conocido del autor. Un ser que pueda darse a conocer con una cara y una personalidad, independientemente de que nos importe o no dónde nació o cómo se llama.

Una equivocación muy frecuente es describir estos personajes homogéneamente; volátiles y tenues como el vacío. Descripciones genéricas como “alto y delgado” o “calvo y de ojos azules” aburren y empañan de monotonía una buena historia. En la vida real cada individuo destaca por sus grandes defectos y sus grandes virtudes; igualmente cada personaje de la novela —por poca importancia que pudiera tener— debe representarse con los rasgos más distinguidos de su forma de ser.

Hay que tener en cuenta lo siguiente: para que el lector se imagine un personaje, el escritor tiene que habérselo imaginado primero.

Errores a evitar

En definitiva, hay que evitar engendrar personajes idénticos al autor, sin detalle, vacíos, incompletos, genéricos, pasivos, sin dinamismo, planos, que no crecen, que no evolucionan y que no han sido imaginados previamente.

Si evitamos estos errores nuestros personajes estarán llenos de vida y avanzarán por la novela demostrando personalidad, carácter y progreso. Conseguirlo no es difícil siguiendo unas pautas y unos pequeños trucos que expondré en un próximo artículo.

Y ahora, como último apunte, igual que dedicamos largas horas a la elaboración de la trama, debemos dedicar el mismo tiempo a la concepción de los personajes. Hacerlo hará de nuestra novela una obra completa.

Sobre los personajes de las novelas

“Hago los personajes para que vivan su propia vida.”
Ray Bradbury

Be seeing you - Oliver HammondLa complejidad de la novela se centra en una estructura más o menos fija, como pudiera ser el tiempo, el narrador y la ambientación de los lugares donde se desarrolla la trama, y un ente vivo y dinámico, que se adapta y evoluciona con el devenir de la historia: los personajes.

Los personajes son el núcleo central de la obra, sean protagonistas, antagonistas o secundarios de un diálogo y poco más. Con ellos el nudo se enlaza y se desenlaza, el tiempo fluye y los lugares cobran emociones y vida. Son el vehículo del argumento, la acción de la narración, la vida del espíritu literario. Por todo ello, los personajes que componen una novela son uno de los recursos más preciados de la obra, y también, los más difíciles de gestionar.

Si bien la correcta ambientación de una historia radica en una exhaustiva documentación por parte del autor —dependiente, claro está, del género a narrar—, los personajes no pueden documentarse de ningún modo —siempre y cuando, claro está, no se trate de un sujeto histórico—. Debido a esta peculiaridad, hace falta ser padre, madre, amante, amigo y psicólogo para poder crear los personajes de una novela con total verosimilitud. Digo más: el escritor se equivale al mismísimo Dios, capaz de crear un mundo y engendrar vida en él.

Sin embargo, este inmenso poder adolece de varios efectos secundarios, que en ocasiones se trasmite a los personajes concebidos. Porque si el escritor no conoce todos los pormenores de su personaje principal, significa que ha originado un ser incompleto. Y un ser incompleto no es un ser humano, es un monstruo.

¿Nombre? ¿Nacimiento? ¿Familia? ¿Estudios o profesión? ¿Aficiones? ¿Secretos? ¿Remordimientos? ¿Adolescencia fácil? ¿Infancia difícil? ¿Moral? ¿Honestidad? ¿Cómo saluda? ¿Cómo se despide? ¿Fisonomía? ¿Color de ojos? ¿Timbre de voz? ¿Cuál es su forma de vestir? ¿Por qué fuma o deja de hacerlo? Y lo más importante… ¿cómo evoluciona el personaje durante la trama?

Puede parecer complicado, insufrible o excesivo; pero hay que aceptar la siguiente premisa: si un personaje llega a determinada situación y el autor duda de cómo éste se enfrentará a la misma… Fin de la historia. Si el propio escritor vacila con la personalidad o la actitud de su personaje, el lector no podrá identificarse con él, ni amarle, ni odiarle, ni sentir cualquier tipo de emoción o sentimiento ante una criatura inválida que recorre un capítulo tras otro sin la menor consistencia.

Así que aunque pueda parecer desolador la tesis representada en este pequeño artículo, se debe asimilar que la integridad de un personaje —personalidad, fisonomía, pensamiento e historia— es vital para una novela. He de apostillar, además, que aunque puede parecer imposible generar un personaje con tanto nivel de detalle, el proceso de creación no es tan complicado, siempre y cuando se conserven ciertas pautas y se tenga la voluntad de corregir incoherencias. Pero todo esto intentaré explicarlo en la segunda parte de este artículo, estudiando los errores más comunes a la hora de crear personajes.

¿Y vosotros qué importancia le dais a los personajes de vuestras historias?

Iraultza Askerria

Los premios Liebster Award I

Liebster-AwardHe de agradecer con total sinceridad la nominación que ha recibido este sitio a los premios Liebster Award, de la mano del blog Palabras comunes, que enlazo aquí mismo. Independientemente de la temática que trate, un bloguero tiene la necesidad de ser leído, comentado y compartido, del mismo modo que siente la curiosidad imperiosa de ver y leer lo que otros bloggers tienen entre manos.

Muchos lectores se preguntarán qué son los premios Liebster Award. Estas distinciones son entregadas por gente que escribe blogs, y se conceden, igualmente, a gente que escribe blogs. Por lo tanto, es un método infalible de difundir y compartir esta pequeña cultura aportada por cada uno de nosotros.

Es importante remarcar que los blogueros galardonadoscon estos premios, tienen el deber y el derecho de nominar a otros blogs, además de contestar a las preguntas formuladas por aquel o aquella que lo premió previamente. Por tanto, es una red inmensa de preguntas y respuestas, de compartir contenidos propios y ajenos y, en definitiva, sentirse dentro de una familia tan grande como lo es una comunidad en red.

Así que, sin más preámbulos, vamos allá:


Respondiendo a las preguntas de Palabras comunes

 

¿En dónde encuentras la inspiración para tus posts?

Hace pocas semanas publicaba varios artículos donde revelaba mis fuentes de inspiración; haciendo hincapié en la lectura, en las imágenes visuales y en la experiencia personal como centros motivadores para la escritura.

¿Por qué expresarte a través de un blog?

Sencillamente, porque no debe limitarse ninguna forma de expresión, y además, los blogs son una forma especialmente fácil de compartir y transmitir contenidos, por no alabar las posibilidades que ofrece a la hora de contactar y conocer a otras personas que comparten inquietudes parecidas.

¿Cuáles son tus expectativas con respecto a la lectura en general?

En lo personal, soy un devorador de literatura. En general, creo que la lectura es un vehículo mágico que nos permite concentrarnos en misterios, descubrir novedades, conocer nuevos mundos, evolucionar como personas y aprender y saber y conocer. La lectura siempre estará presente en la sociedad humana.

¿Qué momento consideras es más propicio para escribir?

Todos. Cuando el cuerpo lo pida. He escrito antes de acostarme, después de levantarme, en el trabajo, en el tren, en la larga espera, ebrio, entre lágrimas, asustado, feliz e incluso sin ganas… Cualquier momento es idóneo y no considero que haya un instante ideal especialmente propicio para escribir más o mejor. Simplemente, hay que ponerse.

¿Con qué propósito escribes?

Por salud, claro, si los escritores no escribiesen acabaríamos todos en el manicomio. Es una necesidad apremiante sacar las ideas locas de la cabeza y dejar la imaginación libre de tramas, personajes y versos. A parte de este pensamiento tan poco romántico, también escribo por placer y, por supuesto, para ser leído, criticado, vilipendiado o alabado.

¿Qué fue lo que influyó para decidirte a compartir lo que escribes?

Han pasado tres años desde que comenzara este proyecto en forma de bitácora, y más de una década desde que comenzara a escribir asiduamente. Me resulta difícil contestar a esta cuestión después de tanto tiempo. Supongo que sentía la urgencia de sacar los papeles escritos del cajón y dejarlos libres en la blogósfera.

¿Cuál es tu opinión sobre los blogs en general?

¡Qué somos una gran familia! Y cada miembro aporta su granito de arena. Casi sin darnos cuenta estamos escribiendo la historia de la humanidad, cada cual entregando una parte de su conocimiento y sabiduría, sin tapujos, sin miedos, con total libertad.

¿Consideras que la publicación electrónica sustituya a la impresa?

Prefiero no verlo como una sustitución, sino como un complemento. Independientemente del medio, lo importante es la publicación y la divulgación de contenidos. Como los colores, que sea más apropiada la publicación impresa o la electrónica es cuestión de gustos.

¿Realizas algún tipo de ritual antes de escribir?

¡Ninguno! No tendría tiempo, y además, soy enemigo de la rutina. A pesar de todo, el fin de semana, antes de enfrentarme a la narración de tal o cual escrito, acostumbro a tomarme un café bien cargado.

¿Qué me dices del nombre de tu blog?

Que es aburrido, soso, inconcreto, ordinario y, en resumen, un gran error. Pero del mismo modo que no se pueden cambiar los nombres de nuestros hijos, ya es tarde para cambiar el de este blog. Así que de momento, seguiremos así: “Blog de Iraultza Askerria”.

¿Qué prefieres? ¿Una red social o un blog?

Aunque considero que son herramientas completamente diferentes, me decantaré por el blog. Pienso que es algo más personal e íntimo, un modo de mostrar nuestros secretos y abrir sólo las puertas que consideremos adecuadas.


Compartir es vivir

Os invito a contestar en los comentarios a alguna de estas preguntas que me han formulado a mí. Como sabéis, soy amigo de compartir opiniones y puntos de vista, y algunas de estas cuestiones anunciadas en Palabras comunes me han parecido muy interesantes.

Ahora es mi turno formular once preguntas y dar a conocer a otros once blogs. Pero eso requerirá un profundo trabajo, que espero tener listo para la próxima semana.

¡Manos a la obra!

Los escritores y sus fuentes de inspiración (IV) – La experiencia personal

“La literatura es mentira; pero de esa mentira sale una recreación de la realidad; recrear la realidad es, pues, uno de los principios”.
Juan Rulfo

Memories. - Silvia Viñuales

Anteriormente, trataba de esclarecer por qué leer a los demás y observar imágenes ajenas son motivo de inspiración para los escritores. En este artículo, hablaré de las musas que nacen de las experiencias personales, de las confesiones y de los episodios que forman parte de nuestra vida.

El ser humano, por ser una especie social y creativa, tiene la necesidad desbordante de contar lo que le pasa, lo que le ocurre, lo que piensa. La literatura es la forma más sencilla de relatar estas sensaciones y pericias. Por esta razón, muchas obras literarias están basadas, en mayor o menor medida, en la vida del propio autor.

Ejemplos que me vienen a la cabeza son La dama de las camelias, de Alejandro Dumas, o La sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro. Analicé la primera obra en este mismo blog, comentando su género autobiográfico. El segundo libro, sin ser una autobiografía, está inspirada tras el nacimiento del nieto del autor, momento en el que concibió esta ejemplar novela de ficción.

En mi caso particular, la vida personal me ha inspirado pequeños relatos, cuentos y poemas. Algunas creaciones son vivencias completamente auténticas, otras impresiones que surgen en determinados momentos, como visiones de mi alrededor enfocadas desde la imaginación más productiva.

El género autobiográfico

La escritura primitiva surge de la necesidad de expresar los sentimientos personales. Consecuentemente, son muchos los casos en los que la primera obra del autor se inspira en sus confesiones o en la propia vida. En otras ocasiones, los protagonistas de la novela inicial tienden a parecerse muchísimo al escritor.

Este género primerizo que ronda la autobiografía atiende a la sencilla razón de que muchos autores escriben para uno mismo y, posteriormente, para los demás. Esta actitud es común y totalmente aceptable; pocos escritores habrá que no hayan comenzado a escribir por el apremio de relatarse a sí mismos.

Por ello, la autobiografía, más o menos verídica, es una de esas fuentes de inspiración que surge en los albores de la escritura y que siempre está presente de una u otra forma.

Las vivencias personales

La madurez y las vicisitudes de la vida que surgen a lo largo de los años, son una fuente inagotable de creatividad y sabiduría. A la hora de revisar el pasado, un escritor puede inspirarse con anécdotas de su niñez, su juventud, su trabajo, su familia… y concebir gracias a ello una historia de ficción.

En lo personal, me considero un escritor muy asiduo a contar mis experiencias. En la obra Rayo de luna, las tres cuartas partes de sus textos se encuentran influenciadas por algún episodio de mi vida, algunos escritos con total sinceridad y otros en un contexto más ficticio.

En este mismo blog, hay decenas de microrrelatos inspirados por la cotidianidad de mi vida y tantos otros poemas, ejemplos que recuerdo sin meditarlo en exceso son: Cuando a una joven ves bailar, El cinturón de Orión, Karina, Una mañana de agosto o Velocidades. Cada cual tiene un punto de verdad y un punto de ficción.

Nuestro entorno

Por último, hay que hacer hincapié en el descomunal influjo que el entorno tiene sobre nosotros. De hecho, tantos microrrelatos he escrito inspirados en mi propia vida como en la vida de los demás: a quienes veo, a quienes escucho, a quienes hablo…

A veces basta atender a las palabras de un desconocido para que esto encienda una idea en nuestro corazón. A veces es suficiente con descubrir un rostro insólito en cualquier centro comercial para descubrir el personaje de una novela de ficción. A veces nuestro alrededor, más o menos ajeno, oculta sagas y poemarios, relatos y cuentos. Descubrir el mundo y cuanto nos rodea es una de las fuentes más completas para la musa de un literato.

En definitiva, os animo a todos vosotros a mirar dentro de vuestros a corazones, a escuchar a familiares y a amigos y a observar la inmensidad del mundo para escribir vuestras obras de arte. Místicamente hablando, la vida de un escritor está íntimamente ligada al espíritu de todas las cosas y entes; porque en cualquier objeto y ser vivo aguarda una musa ansiosa de que un artista la encuentre.

Iraultza Askerria

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“Inspiración y genio son casi la misma cosa”.
Victor Hugo

The book - Dave Heuts

Si en el artículo anterior, cotejaba la lectura de otras obras literarias como una fuente de inspiración, el mismo trato debo demostrar con las imágenes. A pesar de que ni soy un amante de la fotografía ni un forofo de los museos de bellas artes, estas formas de arte me han inspirado alguna que otra vez un relato o una novela.

La fotografía, los retratos, las pinturas y, en definitiva, cualquier imagen visible, esconden en su seno una historia, un momento o un protagonista, algo que puede adquirir un cariz de tremenda complejidad en la mente de un escritor.

La fotografía

Hace años, escribí una novela corta titulada Sexo, drogas y violencia, cuyos extractos pueden encontrarse en este blog. Elaboré esta narración a raíz de dos fotografías que encontré en una revista dominical. Aún hoy me resulta curioso pensar que dos simples fotos pudieron concebir una docena de protagonistas.

Afortunadamente, en su día guardé celosamente esas fotografías en una carpeta titulada “Recortes de revistas”, y por tanto, aún sigo en posesión de las mismas. La primera de las imágenes muestra a una mujer sensual, sentada frente a una mesa cubierta de fichas de póquer. Tiene el codo apoyado en la mesa y el brazo alzado verticalmente, con la mano acariciándose suavemente el rostro. El otro brazo reposa holgadamente sobre la mesa. Viste un vestido rojo, el mismo vestido que Eva, protagonista de Sexo, drogas y violencia, viste en la novela. En la otra fotografía aparece un joven guitarrista en plena actuación, vistiendo una camisa desabotonada hasta la mitad que exhibe un pecho firme y atractivo.

A raíz de estas dos fotografías, me imaginé la interacción de esos dos personajes en un ambiente hostil y clandestino, y finalmente, concebí la novela mencionada anteriormente. Sendas imágenes dieron luz una historia oscura y apasionada.

El fantasma del yelmo dorado, un breve cuento de terror, es otro caso en el que una fotografía me inspiró una historia al completo. La imagen real, incluso, forma parte del relato, por lo que recomiendo encarecidamente la lectura del texto para conocer el origen del daguerrotipo.

La fotografía en general me ha proveído de escenarios, personajes, paisajes y sensaciones. Colores y líneas que toman forma de diálogos, acciones y pensamientos. Un método inefable de aumentar la creatividad es contemplar una fotografía, sea un retrato o una panorámica, y escribir al instante las emociones suscitadas por la imagen. En mi caso, al menos, es un método que nunca falla.

La pintura

Aunque no tengo ningún tipo de conocimiento en torno a las bellas artes, las pinturas de un museo guardan en su interior miles de interpretaciones, como un poema del que se pueden extrapolar diversas tesis, y por lo tanto, se muestran abiertas a cualquier sugerencia.

Además, en el ámbito personal, he de decir que he tenido la oportunidad de conocer a una pintora andaluza, cuyas obras he podido transcribir en pequeños textos. Por ello, opino que las artes visuales y la literatura guardan una estrecha relación artística que se puede alimentar recíprocamente.

Una imagen vale más que mil palabras

En conclusión, tal y como he intentado argumentar en las líneas anteriores: una imagen atesora una novela entera. En el instante en que nuestros ojos leen el brillo, el color y el paisanaje de una fotografía o de una pintura, nacen en la mente cientos de palabras que un escritor siente la necesidad de plasmar.

Cuando la musa se esconde, no hay nada como darse un paseo por un museo de pintura y sentir la inmensidad de un arte antiguo y lejano, o moderno y vanguardista. En cada uno de esos marcos, se oculta una historia ejemplar que necesita ser redactada.

Os ánimo a probar esta experiencia.

Iraultza Askerria

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“Qué se enorgullezcan por lo que han escrito, yo me enorgullezco por lo que he leído”.
Jorge Luis Borges

Alguien me dijo una vez: “lee a los clásicos”.

Nunca recibí tan buen consejo.

Para un escritor no hay nada mejor que leer y revisar a los maestros de la literatura, quienes supieron contagiar de pasión sus escritos, de amor sus poemas y de intriga sus novelas. Leer a los magos de las palabras significa leer a la literatura misma, y eso cala muy en el fondo del corazón.

Words (Palabras) - Juan Pablo Lauriente
Sin embargo, la titularidad de ser un clásico” no es un requisito indispensable en las lecturas de un buen escritor. Pienso que los escritores deben contribuir a la cultura de su imaginación revisando tanto las obras de autores consagrados como los “no consagrados” o de articulistas de medio pelo que cuelgan sus textos en un sitio particular —tal que yo, por ejemplo—. No sería la primera vez que, leyendo a un autor completamente desconocido, encuentro la llama de la inspiración que me descubre una u otra idea.

Por eso, sea o no leyendo a los clásicos, la primera fuente de inspiración debe encontrarse en la lectura misma, en la literatura más genuina y primitiva.

La Ilíada  y Lolita

Recuerdo mi primera aproximación a La Ilíada, de Homero; esa epopeya clásica oriunda de la Antigua Grecia que relata la ira de Aquiles y la muerte de Héctor. Tras leer la obra comprendí que los personajes de la mitología griega ofrecían todo un mundo de alternativas literarias. Así comencé mi propia versión de la guerra de Troya, novela en la que invertí cuatro fatigosos meses de redacción y otros tantos de documentación, y durante los cuales redacté poco más de 120.000 palabras. En tanto que elaboraba este libro, leí La Ilíada en varias ocasiones, no para plagiar su contenido, sino para contar desde mi propia pluma lo que otros contaron ya.

Otro caso en el que encontré la inspiración leyendo a un autor consagrado es más reciente. De hecho, actualmente estoy trabajando en dicha novela, cuyo germen nació mientras leía Lolita, de Vladimir Nabokov. El erotismo de esta obra inspiró en mi mente la silueta de un personaje cuya profesión era la literatura y su vocación los asesinatos, individuo al que estoy conduciendo por una vida de delitos y de belleza artística.

La poesía

La poesía, igualmente, es un tesoro para las musas impacientes. Leer un soneto, una copla o cualquier forma de verso activa la mente del lector, impulsando un análisis crítico de la obra en un intento de comprender lo que el poeta quiere transmitir. Este proceso intelectual es una gran ayuda en la búsqueda de ideas particulares, debido a que la comprensión de la poesía es algo muy personal e íntimo, y permite adentrarse en el mundo de las emociones propias, donde siempre aguarda una idea que descifrar en palabras.

Muchas veces, cuando mi musa está dormida y las palabras se me atragantan en el vértice de un bolígrafo, la única solución que encuentro para reencontrarme con la inspiración es leyendo a otros. Sea un pequeño poema, un párrafo de una novela o un microrrelato, leer me motiva a escribir, ayudándome a desentrañar esas palabras que se esconden de mí.

“La lectura hace al hombre completo; la conversación lo hace ágil, el escribir lo hace preciso”.
Francis Bacon

La importancia de la lectura

En definidas cuentas, la escritura nace directamente de la lectura más voraz e íntima. Leer, sea o no a los clásicos, influye en las musas desconocidas de nuestra imaginación, incitándolas a que despierten con la idea, el personaje, el momento o el paisaje leído.

Por eso, la lectura es una fuente de inspiración en sí misma, y es recomendable leer y leer para poder escribir y escribir.

Si a mí me inspiraron Homero y Nabokov, a vosotros seguramente os habrán inspirado muchos otros, y eso nos conduce a la reproducción sistemática de la literatura, cuyos genes, en forma de palabras, son capaces de componer millones y millones de ejemplares.

Y vosotros: ¿alguna vez os habéis inspirado leyendo a otros?

Iraultza Askerria

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Relatos, cuentos, novelas, epopeyas y microrrelatos; poemas, sonetos, coplas y liras; tragedias, comedias y guiones; artículos, ensayos y cartas… Mil y una forma de escribir y contar, de relatar y comunicar. El escritor profesional debe controlar este abanico de posibilidades y poder esgrimir cada una de estas alternativas en el momento adecuado.

Ahora bien, ¿cómo se inspira un escritor? ¿De dónde surge esa emoción que le incita a desenfundar la pluma y trazar cientos de palabras sobre el papel? ¿Cuándo le llega la inspiración y dónde se esconde?

Aunque son preguntas muy personales, intentaré plasmar en una serie de artículos las respuestas particulares que puedo dar a las mismas, basándome siempre en experiencias personales y sin desmerecer la opinión de los demás. Porque la escritura es un proceso especialmente íntimo y unipersonal, acorde y enlazado con la personalidad de cada uno y, por lo tanto, una parte inherente a la imaginación de cada cual.

“La inspiración es una predisposición del alma
para la percepción viva de las impresiones y, por
consiguiente, una rápida comprensión de los
conceptos que favorecen su explicación… Los
críticos confunden inspiración y éxtasis”.
Aleksandr Pushkin

En cualquier caso, desde mi punto de vista, se puede dividir la inspiración en tres fuentes esenciales: la lectura de los clásicos o no tan clásicos, las imágenes fotografías, pinturas, retratos, etc. y la experiencia personal la más insistente e intensa de las tres—.

Cada una tiene sus pros y sus contras, y por ello, lo más beneficioso es no centrarse en un único núcleo de inspiración y sí en cambio beber de todos los posibles. Porque en la literatura, al igual que en cualquier forma de arte, es transcendental no caer en la monotonía, variando el contenido y la forma, el tema y el objetivo.

Y en tu caso: ¿cuáles son las fuentes de inspiración que te motivan a escribir?

Iraultza Askerria

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