Y ella a mí

Niebla - Silvia ViñualesSus labios suspiraban, enlazados a los míos. Los dedos palpitaban, ardiendo como el verano, vistiéndose de sol. Los ojos temblaban bajo mi cuerpo, acaso temiendo la culminación de aquel fuego que abrasaba.

Yo también temblaba, pero no de frío. Habíamos perdido el rumbo de nuestras ansias, y ellas manipulaban nuestra voluntad al antojo de dos corazones alocados.

Volví a extraviarme en el cielo, embriagado. Mi ángel volaba junto a mí, guiándome por el edén en la inmensidad del placer y del éxtasis.

Aterrizamos unos instantes después bajo el ronco jadeo de mis labios. El silencio retuvo las largas horas de la madrugada mientras hablaban nuestras pupilas.

Al final, escuché un no. Daba igual. Pese a todo la amaba.

Y ella a mí, aunque se negaba a admitirlo.

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

El teatro: arte y literatura

Teatro Griego de Taormina, Sicilia. - Pedro Pablo Pinacho Davidson

La literatura está formada por tres núcleos artísticos: la prosa, la poesía y el teatro. La mayoría de nosotros nos sumergimos en el primer género literario, sintiendo desconfianza ante algo, aparentemente más elaborado, como la poesía o el teatro. Sin embargo, autores como Bécquer o Shakespeare, han ayudado mucho a que los lectores ahonden respectivamente en estos dos géneros literarios.

De los tres, siempre he creído que el más apartado del gusto convencional es el teatro, a pesar de que tanto tragedias como comedias simbolizan muchos mitos modernos, además de un largo glosario de palabras que encuentran su origen etimológico en este punto de la literatura; sobre alguna de ellas, como “persona”, ya hemos hablado en este mismo blog.

En cualquier caso, pienso que conocer el teatro más primitivo, nos ayuda a comprender mejor la historia de la humanidad, además del periplo de las artes escénicas y literarias alrededor de los siglos, porque no olvidemos que el drama tiene su origen siglos antes de advenimiento de Cristo. Asimismo, todavía hoy, el teatro es un espectáculo puro y magnífico, inherente a grandes ciudades como Nueva York o Londres, pero que también puede encontrarse en su versión más minimalista en centros cívicos, asociaciones, clubs y colegios.

Por todo ello, voy a embarcarme en un ambicioso proyecto sobre el teatro más primitivo, el teatro de la Antigua Grecia. A tal efecto, me centraré en tres de sus dramaturgos más recordados: Esquilo, Sófocles y Eurípides, los poetas trágicos por excelencia.

Por el momento, nos basta saber que el teatro occidental se gestó en Atenas, alrededor del siglo V a. C., siendo los mencionados poetas clásicos los fundadores del teatro tal y como lo conocemos hoy en día, salvando las distancias. Pero antes de comprender la importancia de sus obras y de sus clásicos personajes como el maldecido Edipo, la vengativa Medea o las desesperadas troyanas, más nos vale comprender un poco el contexto histórico y cultural de la Antigua Grecia, civilización donde comenzó el teatro.

Pero de todo ello hablaremos en una larga serie de artículos que comenzaré a publicar próximamente. Finalmente recordemos que el teatro, así como la prosa o la poesía, no es más que otra pata del profundo y vasto arte de escribir.

Iraultza Askerria

¿Por qué escribimos? II

It's not about demographics, it's about productivity growth! - JFabra

En el anterior artículo, desvariaba abiertamente y sin tapujos sobre las razones que nos motivaban a escribir. Repasaba varios puntos como la necesidad de imitar a los genios que leemos o reproducir las experiencias que nos consumen por dentro. También hablaba de la escritura como una vocación, un pasatiempo personal tan válido como quien colecciona minerales o gusta de cazar palomas. Además, razonaba como el escritor vivía de la aceptación de sus lectores, sin los cuales es incapaz de seguir adelante.

Pero pienso que la respuesta a “¿por qué escribimos?” es tan amplia como variopinta, y cada autor podrá redactar un tomo entero como contestación a dicha cuestión. Cada alma lírica es un universo y cada cual sabrá las razones por las que se dedica a escribir.

Yo intentaré desentrañar las mías.

Dinero

Sinceramente, dudo que haya algún escritor de arte que escriba por mero dinero. Aunque los autores de best-seller ganen una millonada en concepto de ventas, estoy seguro de empezaron a escribir novelas por vocación, porque se lo pedía el alma.

Creo, además, que quien escribe de una forma regular, holgada y esforzada termina convirtiendo en profesión lo que al principio era una vocación. No se escribe por dinero, pero escribir puede ayudar a conseguirlo.

De hecho, uno de los sentimientos más enriquecedores es poder materializar en patrimonio lo que en verdad nos gusta: escribir. Si bien, nunca seremos multimillonarios con nuestros textos, es muy posible que nos dé para vivir.

Entendimiento

Porque escribir, en la inmensidad inimaginable de todos los espacios, es todavía la mayor de las aventuras.

Robert Coover

Dijo Sócrates aquello de “conócete a ti mismo”. El ser humano, como ser emocional, siente dudas existenciales a lo largo de toda su vida, dudas que carcomen profundamente tanto el alma como la cabeza del elegido. Afortunadamente, el mero hecho de escribir ayuda a desentrañar las vacilaciones y recobrar la seguridad en uno mismo.

Escribir es una forma de entender la naturaleza y saber cuáles son los sentimientos del alma humana. Pienso que la escritura no es más que una lectura analítica, donde la razón se empapa de sabiduría. Puesto que todo el conocimiento del ser humano, todas las ideas, se transmiten bien con iconos o con palabras, escribir es el puente para desempolvar dicha sabiduría.

Se puede decir, en definitiva, que escribo para entenderme a mí mismo y para entender al mundo. Posiblemente, nunca consiga ni lo uno ni lo otro, razón por la que seguiré escribiendo toda la vida.

Supervivencia

Pienso que el nivel de empatía de los escritores es tan inmenso que son incapaces de guardarse sus propios sentimientos. O cuentan lo que sienten o explotan. Para ellos escribir es la necesidad de mantenerse vivos, casi tan importante como el dormir o el comer.

Esta razón, imperecedera y real, está firmemente asociada al deseo de escribir. Es una necesidad anhelada, una adicción de la que ningún autor puede desprenderse. Moldear las palabras, reproducir los eventos, hacer magia con las vocales y las consonantes. Todo ello para no morir en el vano intento de vivir.

Escribir es nuestra razón de ser y, por tanto, nuestra vida.

Escribo para ser yo misma y para hacer que mi pueblo exista

Mircea Dinescu

Pero, en resumen, ¿por qué escribo?

A lo largo de estos dos artículos he pretendido desnudar mi alma en un intento, casi categórico, de responder a dicha pregunta. Han brotado las siguientes palabras clave: imitación, aceptación, vocación, dinero, entendimiento y supervivencia. Ahora llega el momento de olvidarse de la filosofía más académica para hablar de mí y de mi literatura, con la mayor de las franquezas.

Escribo para no quedarme tonto. De hecho, si llevo unos pocos días sin escribir, noto como mis pensamiento se ensucian, las palabras se entorpecen en mis labios y soy incapaz de razonar. El proceso de escribir es un mecanismo para excitar mis neuronas y mi cerebro; sin él, me atrofio. No hay sensación más frustrante que sentirse inútil, y esa impotencia aparece cuando no escribo.

Escribir es además la única herramienta que tengo para buscar la eternidad, aunque sea una eternidad insuficiente o imposible. La mera reflexión de saberme un ser caduco, con los días contados, me desespera, me enloquece, y de esta manera, busco en la literatura una firma que trascienda a mi lápida.

La escritura me permite además servir de memoria, tanto individual como colectiva. En mis textos, escritos a lo largo de los años, se esconde una parte de mi vida y de la de mi entorno, unos recuerdos que, una mente olvidadiza como la mía, sólo puedo inmortalizar al escribirlos. Es por eso que, al leer viejos textos, evoco vívidamente episodios pasados de este universo que comparto con vosotros.

Finalmente, tengo que hablar del placer que me produce la escritura. En parte es uno de las goces más completos. Escribir es la satisfacción de crear escenarios, paisajes, ambientes, mundos, universos y vidas; algo así como una paternidad, como la sensación de ser padre y sentirse orgulloso de sus hijos. La escritura produce en mí un placer solitario, casi onanista, que solo puedo compartir, mucho tiempo después, con mis lectores.

Iraultza Askerria

Pautas para escribir una novela

23 de Abril - Día del Libro. - Julio  Codesal Santos

Yo no soy quién para decir cómo se debe escribir un libro. De hecho, posiblemente, sea el más irregular de los escritores y en el que menos se puede confiar. En cualquier caso, estoy seguro de que el mundo está repleto de autores mucho más constantes y laboriosos que yo, que podrán encontrar en la teoría literaria las pautas a seguir para desarrollar una novela.

1. Preliminares

Bajo este subtítulo quiero agrupar el desarrollo de la idea inicial de la novela. No ha de ser ni el final ni la trama compleja ni el desenlace ni las escenas estructuradas. Basta un pensamiento nimio, un razonamiento fugaz, una idea que podría atender a:

  • la imagen de un ambiente, como un bar atestado de gente, un cementerio donde sucede un asesinato, etc
  • la caracterización de un personaje, que no tiene porque ser el protagonista
  • una sucesión de escenas sin un claro trasfondo: pelea callejera, persecución automovilística, detención policial, fuga de una cárcel…

Una vez tengamos la idea, por vaga que fuera, hay que proceder a transformarla en concepto. Una investigación alrededor de dicho concepto ayudará a consolidarlo. Ver películas, leer libros, pasear por escenarios similares, hablar con personas de un perfil parecido al de nuestros protagonistas nos ayudará considerablemente. Luego será necesario condensar tanta información en escenarios, episodios y personajes.

Tras un duro sondeo, la ideal inicial se habrá convertido en un concepto argumental.

2. El hilo argumental

¿Cuál va ser la estructura narrativa de la novela? ¿Podemos utilizar un narrador omnisciente o es mejor emplear un narrador protagonista que se explaye emocionalmente durante la trama? ¿Podremos hacer uso de la técnica literaria in medias res o conviene limitarse al tradicional ab ovo? Ahora es un buen momento para responder a estas preguntas.

Cualquier historia gira alrededor de un conflicto que, por regla general, se opone al objetivo del protagonista. En las novelas clásicas podemos hallar algunos conflictos como “protagonista contra la naturaleza”, “protagonista contra lo sobrenatural”, “protagonista contra personaje” u “protagonista contra uno mismo”. Este último conflicto quizá sea el más difícil, y sólo algunos grandes autores como Oscar Wilde han sabido llevarlo a cabo con toda genialidad.

Queda la pregunta más difícil de responder: ¿cuál es el tema de la novela? La venganza, los celos, el amor, el crimen, el conocimiento, el orgullo, la supervivencia, el egoísmo son sólo algunos de los más utilizados. Es común que en una novela interfieran diferentes ejes temáticos.

Una vez respondidas dichas cuestiones, no queda más que resumir el hilo argumental, así como las escenas y los detalles más trascendentales. En definitiva, en este punto redactaríamos el primer guión, que no ha de ser, para nada, un férreo manual que seguir a rajatabla.

3. Los personajes

Sobre los personajes he publicado algunos artículos específicos, intentando abarcar la importancia de los mismos, como evitar errores y pequeños trucos para no olvidarnos de ellos. Los personajes hay que mimarlos durante la novela, porque son los verdaderos artífices de la historia.

Como regla ineludible, un personaje tiene que ser equilibrado. Ni en la vida real ni en la ficción los hay muy buenos ni muy malos. Tener clara esta limitación hará que los protagonistas y antagonistas tengan una personalidad real y acabada. Los defectos son tan vitales como las virtudes.

Una vez se dispongan los personajes, hay que entrar en su mente. Conocerlos, tocarlos, comprenderlos. Saber cada uno de sus movimientos, reacciones y características. Es, probablemente, el trabajo más peliagudo antes de entrar de lleno con la escritura de la obra, pero también el que más beneficios rendirá a la hora de la verdad.

4. El ambiente

Desarrollado el hilo argumental y los personajes de la trama, sólo queda pendiente diseñar los escenarios de la historia. Hay novelas donde el ambiente es mucho más importante que sus protagonistas. No hay que desdeñar la repercusión del escenario.

El primer paso es visualizar en la mente el lugar donde se desarrollará el argumento. La ambientación parte por dos preguntas clave: dónde y cuándo. Ciudades, pueblos, estilos arquitectónicos, interiores, climas, contingencias sociales, noches, mañanas, costas, paisajes extranjeros, comunicaciones, contexto histórico… Los detalles a tratar son innumerables.

El ambiente es perceptible tanto por los personajes como por los lectores. Consecuentemente, no vale centrarse únicamente en la vista; los sentidos del oído, el olfato, el tacto y el sabor son harto importantes. Sirva de muestra la novela El perfume, donde los aromas describen constante y grandemente los pasajes de la obra.

5. Y ahora ponte a escribir

Habiendo resumido la trama, los personajes y los ambientes, queda lo más difícil: escribir. No obstante, si se siguen las pautas anteriores, el proceso de escritura será más llevadero.

No olvides diseñar tu propio espacio para escribir y programar unas horas del día para dedicarte a ello. Si consigues transformar la escritura en hábito, no habrá nada que pueda obstaculizar la consolidación de tu novela. Ni de la primera ni de la última.

Espero que este pequeño tutorial tenga alguna utilidad para quiénes, con una idea en la mente, no sepan como desarrollarla. La literatura no es una ciencia de principios irrefutables, pero asimilar ciertas reglas permitirá llevarla a cabo con mayor facilidad.

Iraultza Askerria

Un cadáver sonriente

El entrañable cadaver - Ferran JordàSoltó un gemido cuando reconoció el rostro del hombre que yacía en mitad del bosque, cubierto de sangre seca y con una bala incrustada en el abdomen. Las escasas hojas que intentaban vanamente cubrir el fiambre mostraban unos ojos abiertos de par en par, colmados de lujuria y sadismo.

El cadáver de aquel asesino metódico y sagaz parecía un espíritu endiablado sin compañía. De los párpados abiertos se derramaba una chispa de felicidad, reforzada por la sonrisa imborrable de una boca insensible. Parecía que su rostro se deleitaba con la muerte, incluso con su propia muerte. Pero ya no podría deleitarse con nada.

Después de haber hecho el amor con una hermosa mujer y después de haber asesinado a una hermosa mujer, su noche se había terminado.

Para siempre.

Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria

Máscaras y personas

máscaras venecianas - Manuel Martín VicenteRecientemente, he vuelto a colaborar con el blog Las dos vidas de las palabras con un artículo sobre la relación de los términos persona y máscara.

Se trata de un texto que repasa la importancia del teatro en la Antigua Grecia, así como la evolución semántica del vocablo persona, que como se verá en dicho artículo, es más que sorprendente.

Ciertamente, las personas somos máscaras o, dicho de otro modo, escondemos nuestra personalidad tras un antifaz impenetrable, tras el cual se guardan los verdaderos sentimientos y la sincera fisionomía del individuo.

Espero que os guste el artículo y, asimismo, os recomiendo la lectura del blog de Juan V. Romero, un profesional de la lingüística del que podréis aprender mucho sobre un idioma tan variado como el español.

Os dejo a continuación el enlace directo al artículo Las personas somos máscaras, una entrada que espero cause expectación, y os recomiendo también el otro artículo de colaboración sobre la Etimología de sarcófago.

Iraultza Askerria

Enamorado

20090618-40D-01132 - Dan Foy

Estoy enamorado. Muy enamorado. ¡Y qué nadie me diga que el amor no existe! Pues estoy dispuesto a descargar toda mi furia contra tales ignorantes y necios… A ellos les digo, a quienes reniegan del amor, que yerran, que están equivocados, que ignoran los entresijos de la vida, ¡qué no saben nada!

Decidme, pues: si no estoy enamorado, ¿por qué me siento tan diferente al resto del mundo? Tan marginado de su sociedad, tan… superior, como si fuese el hijo de Dios en las profundidades del infierno o el retoño de Satán en las inmensidades del cielo. ¿Por qué mi alma se tambalea ante el mero estremecimiento de sus tiernos labios? ¿Por qué su voz me embriaga al resonar su eco a mi alrededor? ¿Por qué su sonrisa de flor me cautiva, tornándome rehén de su voluntad? ¿Por qué la comparo con todas las mujeres que veo y me digo que es la más hermosa de las hijas de Venus…?

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

¿Por qué escribimos?

Colección visual de caligrafía - Silvia Cordero Vega

Hay una cuestión, imperecedera, genuina y constante, que sobrevuela la mente de cualquier artista dedicado a la literatura. ¿Por qué escribimos los escritores? ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo intrínseco que nos impulsa a sobrellevar una carga tan pesada con los sentimientos de nuestros protagonistas? ¿Qué hace que amemos tanto la soledad de un escritorio y la ardiente intimidad de la bombilla de un flexo? ¿Cómo es posible que un ser humano tenga tanta disposición, tanta ansia, tanto deseo de estampar palabras y pensamientos sobre una lámina de papel blanco?

¿Dinero? ¿Fama? ¿Vocación? ¿Sosiego? ¿Comprensión? ¿Sabiduría? ¿Compañía? ¿Ética? ¿Moral? ¿Mera fatalidad del destino? ¿Simple encuentro con uno mismo? ¿Desmesurado orgullo? ¿Tímido hastío con la realidad? ¿Exceso de demencia e imaginación?

Las respuestas son muchas, tan variables como agotadoras, y cada escritor, cada novelista, cada poeta podrá esgrimir su propia explicación. Lo cierto es, que sea cual sea la contestación, no es una respuesta fácil. Sin embargo, voy a intentar aclarar esta histórica pregunta desde la experiencia personal, simplemente, por el mero deseo de desnudarme ante vosotros.

Escribo porque hay alguna mentira que quiero dejar al descubierto, algún hecho sobre el que deseo llamar la atención.

George Orwell

Imitación

La mayoría de los escritores no nacen de escribir, nacen de leer. Las lecturas ininterrumpidas, como un virus, malsanas, resultan contagiosas para la mente humana, y así como el Quijote se sintió tentado de reproducir las aventuras caballerescas que devoraba en su biblioteca, los escritores necesitan simular lo que leen. De esta manera comienza un escritor: leyendo.

Tras tantos años dedicados a la lectura y a la escritura de todo tipo de libros, me doy cuenta de que los autores imitados forman una larga lista: Homero, Vladimir Nabokov, William Shakespeare, Gustavo Adolfo Bécquer, John Ronald Reuel Tolkien, Stephen King, etc. Fueron los maestros remotos, los examinadores ausentes de las viejas glorias de un niño extraviado, los incitadores de la inspiración.

Pero el escritor no sólo emula a los genios que lee. Existe algo mucho más sereno, íntimo y portentoso: la simulación de la propia realidad. Reproducir las experiencias, los sentimientos, lo que vemos, oímos, tocamos, olemos y saboreamos. Posiblemente sea ésta una de las razones más primigenias por la que el escritor escribe.

Escribo para contar mi realidad, para narrar los episodios de mi mundo único, para desempolvar recuerdos, para hablar de mí, de ti, de nosotros, de ellos y de cuanto me rodea.

Vocación

Pero hablando en plata y con la franqueza más objetiva, nosotros, los escritores, escribimos porque nos gusta. Otras respuestas no son más que filigranas y ornamentos para volver ostentoso y genial este simple motivo.

Escribir es una vocación, un pasatiempo, un hobby, un acto donde se sustenta la comodidad y la calma del autor. Emborronar de palabras la imaginación es la droga que nos mantiene sonrientes, el ocio en el que se extrapolan nuestros placeres.

La vocación de contar historias, la vocación de escribir finales, la vocación de jugar con vidas de hombres y mujeres que no existen, la vocación de regodearse con algo que sólo es nuestro, la vocación de originar multiversos en nuestra mente inmensa.

Escribo porque me gusta, escribo porque cuando lo hago el mundo se detiene a cada palabra que anoto y se alivia con cada coma y se enternece con cada adjetivo y actúa con cada verbo. Ser dios y escritor es casi lo mismo.

Escribo porque es lo mío.

Aceptación

Pienso, y lo pienso desde el pecado, que los escritores somos especialmente orgullosos. Nuestra vanidad roza la egolatría diría yo. Firmamos nuestras obras con una meticulosidad propia de quien se cree eterno. Quizá una dura referencia a la complejidad mortal del ser humano, empeñado en trascender su propia muerte.

Sea como fuere, el artista, y de esta manera, el escritor busca la incansable admiración del lector, que la fama romana expanda los rumores de su literatura de un lado a otro de los continentes. La consagración del artista, la popularidad del inventor de cuentos, un sueño perseguido, en mayor o menor medida, por los escritores de a pie que, llanamente, necesitan ser aceptados por la sociedad.

Porque al ser humano le encanta ser el centro del mundo y captar la atención de los demás. Muchos lo consiguen con la especulación, con la seducción, con la competitividad, con la simpatía… pero otros desgraciados, como los escritores, sólo pueden alcanzar la fama con una herramienta tan prosaica como la literatura y ser aceptados en un mundo cruel, meramente, por lo que escriben.

Escribo para no ser escrito.

Rodolfo Enrique Fogwill

Por temor a que este artículo se alargue en demasía, voy a dar por finalizada esta primera parte, esperando publicar la continuación en unas pocas semanas. Hasta entonces que decir tiene que cualquier respuesta a la pregunta ¿por qué escribimos? será bienvenida. Sin duda, las opiniones y puntos de vista serán incontables.

Iraultza Askerria

Falta poesía, sobra miedo

faltpoesiasobremiedoCaminaba yo a las siete de la mañana por la calle, pensando en lo poco que había dormido y en lo mucho que no había escrito, cuando de repente, en una esquina desconocida y asombrada de sombras, divisé unas letras de color rosa. Rezaban lo siguiente:

Falta poesía sobra miedo

Me detuve un instante y observé el pétreo muro conmovido por la emoción. En su pared desconchada el fino trazo de una musa se deslizaba dispuesta a sembrar una revolución. Pero en la calle nadie se había percatado del eslogan; el mundo giraba agobiado sin un momento para detenerse a mirar el cielo.

Falta poesía sobra miedo

Resonaban los vocablos en el interior de mi cabeza, encadenando tras su eco un recóndito vaivén de palabras y pensamientos.

Sobra miedo… ¿Miedo? Miedo a perder un trabajo ingrato, miedo al embargo de una casa hipotecada, miedo a que la esposa sea infiel, miedo a que el marido regrese borracho tras el partido de fútbol, miedo a que el niño suspenda las asignaturas impuestas por un gobierno nada intelectual, miedo a que la muchacha pierda la virginidad con quince años, miedo a la muerte que es la vida, miedo a la propia vida, miedo a la charla, miedo a ayudar, miedo a preguntar y a responder, miedo a leer y miedo a escribir, miedo a mirar y miedo a escuchar, miedo a los animales y a los seres humanos, miedo a la verdad y miedo a la mentira, miedo a la inseguridad y a la policía. Miedo en un mundo gobernado por el miedo.

Falta poesía sobra miedo

Falta poesía, ¿qué es poesía? Y entonces sí, afloran las respuestas. Poesía eres tú. La poesía no la entiende ni dios. La poesía no sirve de nada. Pero sí, poesía eres tú; hagamos poesía porque falta poesía. ¿Dónde quedaron Lorca y Bécquer? ¿Quién traducirá a Shakespeare o a Baudelaire en los años venideros? ¿Habrá otro bello navío iluminado por un rayo de luna. ¿Quién conoció a Hernández? ¿Y a Aleixandre? ¿Y a Darío? No, no hablo del rey persa. Y dime, ¿serás tú el próximo caudillo lírico capaz de luchar contra el miedo de la gente? ¡Salid poetas y con sonetos componed barricadas! ¡Salid y con rimas proclamad libertades! El poeta en la calle, el poeta en la revolución, el poeta que habla porque no le asusta leer lo que escribe.

En todo esto pensaba yo, a las siete de la mañana de un lunes, cuando eché a correr hacia la estación ferroviaria por miedo a perder el tren. En el vagón leí algún poema de Machado, pero por miedo a saltarme la parada abandoné la lectura a los pocos minutos. Llegué a la oficina pensando en como culminar aquel soneto que había dejado a medias y al llegar a mi despacho me atiborré de dos cafés por miedo a quedarme dormido en mitad de la jornada. En ese instante, cuando la cafeína activaba el sistema nervioso, me percaté de que aquel anónimo rebelde tenía razón.

Falta poesía sobra miedo

Incluso a los poetas nos sobraba el miedo.

Al día siguiente pasé por la misma calle a la misma hora. Me percaté de que aquel verso había desaparecido. Supongo que algún empleado a cargo del ayuntamiento había borrado la poesía por miedo a perder su trabajo.

Sirva este pequeño artículo como recuerdo de aquella efigie borrada.

Falta poesía sobra miedo

Iraultza Askerria

La sugerencia ignorada

Simetrías asimétricas - Chema ConcellónLe había sugerido a Judas que almacenase los bidones de carburante en el ático del bar, donde el nauseabundo olor no importunase a nadie; pero éste había hecho caso omiso del consejo, como si sus palabras le entrasen por un oído y le saliesen por otro. Quizá, para que le quedasen las cosas claras, debía coger un cuchillo y extirparle una oreja.

Ya lo pensaría más tarde.

Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria