Pinocho sin nariz

Pinocchio Roma - Juliogmilat FotografíaPinocho no tenía nariz, al contrario que los otros niños de la escuela. Cuando estos mentían quedaba de testigo una prominente punta nasal, la cual se extendía a cuanto más falso era el embuste. Pero pinocho, al carecer de nariz, engañaba sin que nadie se percatara de ello.

No obstante, es bien sabido que se coge antes al mentiroso que al cojo, y por eso, un buen día, el entorno social de Pinocho dejó de confiar en él. Por regla general, en su palabrería no había ni una pizca de verdad.

De esta manera, el día que Pinocho manifestó que estaba muriendo de cáncer, sus familiares y amigos creyeron fehacientemente que era una farsa.

Y así, murió sólo.

Iraultza Askerria

Una niña llorando

Photo - {author}En la habitación a oscuras, una luna discordante ilumina una cama que chirría. Y chirría con dos cuerpos atenazados sobre el colchón; uno abalanzado sobre el otro. Los gruñidos del hombre pegados al pelo de su esposa, cuyos ojos vacíos miran el techo por encima del hombro de su amante.Y al otra lado de la pared, una niña llorando.

La sábana cubre los cuerpos, remarcando las siluetas. Unos pechos incipientes, apenas perceptibles por el tórax masculino, que aplasta con su potencia monstruosa mientras arranca rumores al viento y penetra en el fondo de la arena. La esposa se aferra al dorso del marido, sin arañar, sólo firmeza y resistencia, sólo sujeción.

Y al otro lado de la pared, una niña se bebe sus lágrimas mientras cierra los oídos, ausente.

Aumenta el ritmo, se acelera el pulso. Los muslos forzados se abren un poco más ante las frenéticas acometidas. Es la guerra sin cuartel, la batalla final por el trofeo anhelado. Por eso grita el soldado, descompuesto por el esfuerzo, sintiendo la amenaza de su vida, mientras su esposa recibe la mole varonil: el hombro bajo la barbilla, la espalda vestida del cabello femenino, el vientre oleoso y pegado al otro vientre, la pelvis aguijoneando el sexo ajeno.

Y al otro lado de la pared, una niña gime sin que nadie escuche sus secos lamentos.

Corre, corre, corre. Se apresuran las pieles laceradas al recibir el movimiento nervioso, imparable. El hombre gruñe, brama, ruge, balbucea un término amoroso, mientras se aprieta contra ella, quien lo siente como una pesada bomba de relojería a punto de explotar. Y estalla con un grito expansivo.

Y al otro lado de la pared, una niña traga saliva y cierra los ojos para limpiarse las lágrimas.

El hombre se vuelca a un lado, exhausto. La mujer queda en su posición supina, silenciosa, sólo escuchando el respiro anheloso de su legítimo esposo, que ha perdido la fuerza y la virilidad. La luna, a través de la ventana, clarea en el dormitorio, desvelando un rostro joven y hermoso, casi primaveral. El marino vuelve la espalda, amolda la cabeza y ronca, adormilado.

Y al otro lado de la pared, una niña se evade de las penumbras, escapa de las sábanas y se encamina al baño para asearse

Iraultza Askerria

Sexo en la calle

Gran Vía con Alcalá. Edificio de Metropolis. Gran Vía and Alcalá junction. Metropolis building. Madrid - J. A. AlcaideTe apoyas en la farola como una parte indisoluble del mobiliario urbano. Miras, contemplas. Traduces en versos el caminar de las doncellas. El poeta en la calle. Alberti. Pero hoy no quieres hablar de revolución. Hoy quieres hablar de sexo. De dulce y primigenio sexo.

Desde la farola y rodeado de edificios, miras hacia la carretera. Coches. BMW. Muchachas de copiloto. Una joven conduce una motocicleta. Rubia embutida en cuero. Gasolina, velocidad y sexo.

Tu mirada se desvía hacia el bar de la esquina, cinco niñas haciéndose mayores bebiendo cerveza. Algunos hombres junto a ellas intentando llamar la atención. Fracaso. Sexo virginal. Artemisa o Atenea. No importa. Virgen sexo.

Una criatura espera en la entrada del metro. Rostro de princesa. Frente de firmamento. Labios frambuesa. Ojos…, ojos…, ojos… de primavera. Bella granada que sola aguarda la llegada de su novio. Tan solitaria como yo. Solitario sexo.

Una chica sentada a la orilla del banco de la plaza. Piernas desnudas hasta la vertiente de los muslos. Color moreno, casi galáctico. Movimientos cruzados que han ganado la guerra. La fuerza del sexo.

Y tú escribes historias bajo el amparo de la farola, sabiéndote poseedor de aquellas almas y cuerpos que en la cascada de las palabras, se desnudan ante ti como libros abiertos.

Iraultza Askerria

Y ahora te lamentas

I just want to be happy. - .bravelittlebirdNunca quisiste creerme, nunca confiaste ciegamente en mí, nunca hiciste caso de mis opiniones, y mis consejos no valían nada.

Y ahora te lamentas.

Fui tu conocido, tu compañero, tu amigo, tu amante, tu amor, tu amante, tu amigo, tu compañero y tu conocido, y a pesar de tantos años de proximidad, nunca diste crédito a mis palabras.

Y ahora te lamentas.

Tú procurabas contradecir mis argumentos, particularizando la palabra clave, saliendo por la tangente, defendiéndote entre ataques, gritos, calumnias, desplantes y acusaciones. En definitiva, sacando toda la mierda del pasado.

Y ahora te lamentas.

Te lo advertí con una única preocupación: protegerte de ti misma; pero daba igual. Oídos sordos a palabras ciegas.

Y ahora te lamentas.

Creaste falsas expectativas en tus falsos amigos que se creían tus falsos amantes, confiando en que se encontraban a un paso de tu falsa correspondencia, cuando en realidad sólo daban pasos en falso.

Y ahora te lamentas.

Ellos te rindieron sus secretos, sus miedos, sus ilusiones, quiénes fueros las mujeres de su vida y cuáles los mayores errores del pasado. Desnudaron el alma, queriendo desnudarse el cuerpo y quedaron a merced de tu abrigo, ese que siempre guardabas para algún desconocido.

Y ahora te lamentas.

Porque todos te abandonaron, todos. Aunque te hubieran jurado fidelidad y amor eterno, todos ellos desaparecieron de tu vida tras dos años de perseverancia.

Y ahora te lamentas.

Ninguno queda ya, ninguno. Estás sola, arrugada, pálida, sin amigos, sin amantes, sin amores. No hay nadie que te mime, que te compre, que te llore, que te auxilie. No hay nadie que te quiera.

Y ahora te lamentas.

Y mira que te lo advertí, ¡mira que te lo dije! Los perderías a todos si les tratabas igual que a mí. Pero hiciste caso omiso.

Y ahora te lamentas.

Iraultza Askerria

Violadores y poetas desorientados

(untitled) - Phil HilfikerEl mundo estaba lleno de oportunidades. Rubias, morenas, incluso pelirrojas. Algunas de piernas delgadas, otras gruesas, todas llamando a una boca ávida. En cualquier lugar aparecían: en los sueños, en el cielo, en cualquier punto del universo… Incluso en los vagones del metro nocturno.

Una duda, un interrogante, un suspiro en unos labios tan sensuales como la propia inocencia.

La mirada perdida, soñolienta, vagando entre los asientos del vagón metropolitano, mirando, mirando a aquel desconocido sentado enfrente, mirándome, cuestionándose que estaré escribiendo.

Y en el fondo tontea con una pregunta. ¿Se atreverá? ¿Me dirá algo? ¿Me cortejará con palabras amables? ¿Habrá dulzura en sus ojos azules? ¿Habrá osadía en sus labios principescos?

¡Niña! Ya no existen los caballeros.

Sólo quedan violadores y poetas desorientados.

Iraultza Askerria

Yo te he buscado

THE PATH _ there's something on my mind - {author}

Yo te he buscado
entre las rocas de un imposible,
ante los muros de un monte enhiesto
que se acrecienta con cada paso.
Yo te he buscado
entre los humos de un rato libre,
ante las pocas gracias del lento
adiós del ágil labio encarnado.
Yo te he buscado
entre el rechazo y la agonía,
ante la espalda que aquel instante
volviste a un rostro enamorado.
Yo te he buscado
entre las noches y entre los días,
ante el deseo que se equivale
con el amor más fiel y franco.
Yo te he buscado
Yo te he anhelado
Yo te he sentido ante mis labios.
Yo te he querido,
yo te he vestido,
yo te he cubierto de regalos.
Tú te has marchado,
tú te has cansado
de un loco atento enamorado.
Tú te has rehecho,
tú te has deshecho
de una memoria que nada importa.

Iraultza Askerria

Infidelidad

Enchanted corner - {author}Aquel día supe que me habías sido infiel.

Cuando recibí la noticia, me mostré impasible sin dejar traslucir ningún tipo de emoción. Siempre había sido un mago de la ocultación sentimental. Pero en la soledad de una almohada, era el más sensible de todos. Podía pasarme una noche entera con los abiertos, sin pestañear, mojados por el rojo hierro de unos dolorosos pensamientos.

De este modo, al llegar a casa y cerrar la puerta de mi casa, me puse a llorar, desconsolado. Dejé caer la cazadora, apoyé la frente en el marco de la puerta y un torrente de lágrimas comenzó a descender por la madera. El alma se me despedazaba mientras imaginaba tu cuerpo desnudo entre los brazos de aquel italiano, abierta de brazos y de piernas, con la boca extendida para recibir todo el amor que tuviera que darte y los ojos bien clavados en aquel que me había sustituido.

Me golpeé la cabeza contra la jampa, un dolor que mitigó temporalmente el sufrimiento pasional. Luego recorrí la cocina americana y me senté en el sofá de cuero. Estaba encorvado, contemplando el suelo alfombrado sobre el que tantas veces habíamos follado como cerdos, en cualquiera de las posiciones imaginadas por el ser humano. Recordé aquella vez que con un descuido, te golpeaste la nalga derecha contra la mesa del centro, lo que te provocó un pequeño moratón, que sané con mis besos.

Pero ya no habría más caricias en tu cuerpo de nieve, ni más penetraciones a tu pelvis de escándalo, ni más arrumacos o caricias, o ni tan siquiera, una palabra de aprecio o agradecimiento. Tú ibas camino de una nueva vida y yo enfilado hacia la muerte.

Me levanté, trastabillando con mis propios pies que buscaban ya caer rendidos al inframundo. A trancas y barrancas llegué a mi dormitorio. La luz de las farolas de la calle entraba a través del balcón, lo suficiente como para alumbrar las aburridas paredes de yeso de la habitación. En ellas había pegado un sinfín de fotos tuyas, y nuestras, que componían la figura de un corazón.

Me dirigí al mural y arranqué una de las fotos de la esquina inferior. En la imagen, tú estabas tendida en la cama, con los ojitos cerrados y los labios entreabiertos, dormida como un angelito. Pedazo de zorra. Quité otro de los daguerrotipos, justo arriba. Éste nos retrataba a los dos, subidos en la noria de Londres, con un fondo sombrío a nuestras espaldas. Ojalá te hubiera lanzado al vacío. Diagonalmente, tiré de otra fotografía, en la cual, un beso enlazaba nuestras bocas jóvenes. Maldita puta de labios carnosos. Me apropié de otra más arriba, en la que aparecías tú, en bikini, en una de las playas de la costa portuguesa. Arranqué la última de las instantáneas, aquella que había tomado desde el móvil, una noche, cuando después de hacer el amor, nos habíamos adormilado entre los brazos del otro. Era preciosamente hermoso, pero no dejaba de ser el pasado.

Volví a contemplar el collage. Tras pasar por el quirófano, una larga estría había taladrado el antiguo corazón, de abajo a arriba y oblicuamente. Era la efigie de la jodida verdad. Tú me habías roto el corazón. ¿Qué me quedaba en la vida ahora?

Nada.

O al menos, nada más que morir.

Atravesé el dormitorio hacia el balcón. Fuera hacía un frío hiriente. Así lo comprobé en mis propias carnes. No había estrellas en el cielo, sólo una luna estridente me que oteaba con una mueca cáustica. Maravilloso. Adiós, cosmos infiel.

Me subí a la baranda y calculé cuánto tardaría mi cuerpo en atravesar tres pisos de altura hasta estrellarse contra el asfalto y romperse como un cristal, en multitud de astillas de piel, sangre y huesos.

Sería rápido, y nada quedaría ya de este hombre inútil, falso escritor y peor amante, que había prometido no amar a nadie más que a aquella mujer.

Sin embargo, daba igual. Un paso en falso y todo acabaría.

De repente, surgió una sombra femenina en una esquina de la calle. Caminaba sibilinamente hacia mi portal. Era rubia y menuda, delgada y sugerentemente atractiva. De lejos parecía muy guapa.

Me volví a internar en el piso y fui a recoger la cazadora.

Quería echar un polvo antes de suicidarme.

Iraultza Askerria

Colores

Photo - {author}
El verde es el color de la esperanza. También lo es de tu alegría, de tu mueca trucada en abiertas sonrisas. Del pecho enardecido cuando respira atosigado. De ti misma en estado puro, abierta como la primavera, verdaderamente paciente en tu verde anímico.
El azul es el color de la libertad y de tu sexo que sabe amar y sabe a mar cuando se libera de sus bragas. En el azul de tus muslos naufrago como Odiseo no buscando más Penélope que tú misma. Y en las azuladas vertientes del ocaso y el crepúsculo, te me vuelves azul como un ruiseñor, ola gemebunda en su canto extasiado.

El negro es el color de la elegancia, de tu pelo, de tu vello, de tus faldas y tus vestidos, de tus ojos oscuros, de los universos paralelos y del futuro que no nos espera. Con él me ahogo sudoroso cuando me pego a ti en la oscuridad de un dormitorio y en el fluir de las sombras fluyen los abrazos ciegos y se tientan los ojos, comiéndose.

El blanco es el color de la inocencia, de la pureza y de la suciedad cuando me corro sobre ti. Es el símbolo brillante de tu piel esponjosa, marea baja cubierta de arena que resplandece bajo tus ojos. Me recuerda a la castidad y a la timidez que perdimos en la capital iberoamericana. Pero ante todo me recuerda al camino sin fin que recorreré contigo.

Y el rosa no es un color. Es tu color. Te llama y te viste de soltura, de donaire, de carácter, de intelecto, de simpatía y bienestar. Las rosadas auroras te pintan, mientras insinúan tus curvas de escándalo y te levantan por encima del mundo como una diosa ejemplar.

Pero ante todo, tú eres mucho más que un color. Lo eres todos. Tonalidades y matices que al juntarse recrean tu cuerpo cálido, esbozan tu existencia, sabiéndose descendientes de tu gloria infinita. Perfección absoluta en mujer.
Color en este mundo sombrío.

Iraultza Askerria

Reconstruyendo el Big Bang

Big Bang - {author}Abierta de piernas como un volcán en erupción. Flexible como el junco húmedo de una orilla. Tumbada en la penumbra de un rincón, hervida de caricias. Solapada por la insidia enfurecida de mi cuerpo.

Péndulo oscilante de penetrante aguja, marcando las horas en tu reloj de sol. Sofoco de lluvia arreciando sobre la tierra de tu vientre. La boca que devora una boca, el labio que muerde y se deja morder. El pico que excava en la mojada gruta, incesantemente.

La sonda se pierde en tu regazo buscando la raíz de tus gemidos. Son estos el papel blanco que transcribe arañazos, en mi espalda, en mis muslos y en mi rostro quemado. Brilla tu boca roja, tu lengua roja, tu mejilla roja. Atrae la negrura de tus ojos y de tu pelo. Me quemas y me absorbes. Estoy invaginado en tu interior como un recién nacido.

Se deshacen en pedazos las olas del mundo. Los terremotos arrastran nuestras almas en vela. El cielo se desprende del cosmos y cae sobre nosotros, nos aplasta, nos presiona, nos tensa la piel y la agonía. A punto de explotar.

Me comen la cara los suspiros de tu garganta. Me ensordecen los clamores ostentosos de tu orgasmo. Ardo en la felicidad de saberte complacida, herida, denostada, injuriada, apretada contra mí, acuchillada por mis embestidas.

Se agita el seno nevado. Se agita tu pelvis enloquecida bajo la mía. Montaña rusa. Cohete espacial. Viaje alrededor de una estrella a la velocidad de la luz. Restituyamos la dualidad del ser humano al corrernos mutuamente en la fundición de nuestros cuerpos.

Se desploman las ansias viriles y descansan las piernas femeninas. Un hombre condensado en una mujer. Una mujer diluida en un hombre. El corazón que late sobre y bajo el pecho ajeno. Los ojos mirándose en un recíproco reflejo. Placer y amor revueltos en el sudor, la sobredosis, el fin del universo.

Reconstruyendo el Big Bang con dos corazones.

Iraultza Askerria