Oct172019
Archivo del Autor: Iraultza Askerria
Oct152019
Que tonto es el poeta
que escribió poesía
perdiendo el tiempo breve
en tristes agonías
que el corazón flagelan
con la inhóspita rima.
que en vez de hacer estudio
de los grandes misterios
que abundan en el mundo
se limita al recuerdo
del amor que no tuvo.
que escribe sin paüsa
sabiendo que no existe
el amor de su musa
cuando en el mundo hay tantas…
¡qué mujeres son muchas!
que espera, siempre espera
durante largos años
una luz, una seña
que le diga por fin:
corre, corre a por ella.
que aun sintiéndose solo
rehuye del contacto
de amigos, padres y otros
alegando que aquella
es su universo todo.
y que tonto soy yo
que escribo los cristales
rotos del corazón
en vez de amar la vida
ocasión a ocasión.
Oct102019
Tus ojitos
¿Cómo van a llorar tus ojitos de fuego? De su dicha pende el destino de la humanidad, los secretos mejor guardados del universo, la inspiración que carcome el espíritu de los poetas y el equilibrio entre el cosmos y el caos.
Que no lloren tus ojitos de luna llena porque han de mantener viva la esperanza y la ilusión, y por supuesto, el amor. Ese amor que una mirada tuya propaga por el mundo entero, llenándolo con su tierno aroma a barniz, casi narcótico y embriagador. Amor en tus pupilas de oro cegador, lustrosa compasión del más allá y curioso intelecto del inframundo. Cielo y tierra, paraíso e infierno en tus ojitos bíblicos.
Han de lucir abiertos y felices, tus ojitos, sí, tus ojitos. Son soles y astros y órbitas celestes alrededor de la vida. Son la purga de la maldad y el flujo del aire oxigenado. Son mucho más de lo que tú puedes ver, porque no puedes mirarte. Yo, que te miro como un loco, sé que tus ojitos no deben sufrir una gota de nostalgia.
¡Qué las lágrimas marchen a incordiar a otras mujeres y no osen a cubrir tus ojitos de té! Ya que sólo tu iris puede apagar la sed del espíritu humano, tan enzarzado en guerras y otros dolores. Tus ojitos sonrientes son el amanecer de La Tierra.
Por todo ello, te ruego que no llores. No marchites tu belleza con el insano plañir de la distancia y mantén vivos los recuerdos que me unen a ti. En tus ojitos dichosos duermen mis sueños y trasnocha mi literatura. Los quiero contemplar siempre abiertos y contentos, eternamente.
Oct82019
A las seis artes
do la descomunal arquitectura
junto a las dulces formas de escultura
retratan la natura en sus tres partes.
el airoso pincel de la pintura.
Luego surge la música insegura:
ya en arpas, ya en canción de los baluartes.
bailes y movimientos en su vía
mostrando la firmeza de una lanza.
del arte al que llamamos poesía,
cuyo nombre es también literatura.
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Oct52019
El cinturón de Orión
En la llanura pálida y suave que se extendía entre tus pechos y tu cuello, dejé caer un beso húmedo y un suspiro enamorado. En tu piel perlada marqué un territorio con forma de amor, donde poco había para delimitar el terreno, debido a la inmensa pureza que lo embargaba. Ninguna imperfección había en tu piel, ninguna mácula, ninguna mancha. Era un espejo blanco, donde casi podían reflejarse mis ojos curiosos. Una perfección que parecía propia de los inmortales.
Temí haber infringido una ley divina u ofender a una diosa omnipresente a quien no podría satisfacer, ni con besos ni con caricias. Temí estar amancebándome con una poderosa Afrodita, siendo yo un pobre mortal sin mayores atributos que un pene mediano. Por ello, me dediqué ávidamente a la búsqueda de una imperfección terrenal en tu piel celeste.
Y la encontré entre tus pechos, en el valle que canalizaba suspiros y ansias masculinas. Allí, entre los turgentes senos, se disponían en línea oblicua tres diminutos lunares, prueba inequívoca de que eras tan mortal como yo.
Así que esbocé una sonrisa, incliné la cabeza entre tus pechos y besé tu particular cinturón de Orión.
Oct12019
Paráfrasis a Bécquer (Rima LII)
donde el abismo negro todo esconde,
llevadme lejos, lejos hacia donde
me pueda camuflar.
os lleváis todo cuanto os responde,
llevadme lejos, lejos hacia donde
nadie me pueda hallar.
oscureciendo el mundo del que sé
llevadme lejos, lejos que por fe,
de aquí quiero salir.
ni verso, ni cariño, ni mujé.
Llevadme lejos, lejos que por fe,
no quiero más vivir.
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Sep172019
Tu amor
tu amor es asfixiante en tu regazo,
tu amor es la ponzoña del puñal,
tu amor es el terrible no de un mazo.
tu amor es todo un mundo en un abrazo,
tu amor es el cariño universal
que da a mi vida luz con su chispazo.
y con su vida llena el universo.
Es el que tira y suelta del estribo.
blanco y negro. Tu amor pierdo y recibo.
Amor que llora y ríe el fin del verso.
Sep102019
Abre niña los ojos
que parece una cresta,
sin soberbia de gallo,
con recuerdos que pesan.
de arrugones cubierta
y manchones oscuros
de hojarasca reseca.
desgajados por pena,
pálidos como el hielo
que ni los mares besa.
que parecen de cera,
débiles y cansadas,
sin apenas ya fuerza.
que cenizas revelan,
cueva negra y perdida
en su loca cabeza.
a quien por ti lamenta
y llora un poco, ¡un poco!,
por su eterna condena.
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Sep52019
Campo de batalla
Palas cavando los despojos de otras palas.
Un niño jugando con una pelota pinchada.
Al fondo una explosión.
Margaritas amargas por el beso grana
de animales buscando un sorbo de agua.
Una niña bañándose en el barro de un río seco.
Un hábitat que muere de sed.
El sol que se oculta en el ocaso sangriento
sigue presente en la madrugada tibia.
Los críos miran a lo alto buscando las estrellas.
Pero no hay nada… ¡nada!
Manos que exhalan en las sombras amor
y necesidad, se sueltan por el sudor ardiente.
El bebé que llora sin el apego paterno.
El cariño vuela, ¡vuela!
Cuando rompen el minarete de las mezquitas
derruidas, se quiebran las oraciones olvidadas.
La infancia crece sin fe, fundamento o ética.
El mundo ni cree ni ve.
Olas lejanas en la memoria que fragmentan
la esperanza al cubrirla de negro y de verde.
Los pequeños desconocen los castillos de arena.
Ninguna nueva ilusión.
Sep32019
Blanco entre rojo y negro
Cabalgabas en tu carruaje de hierro y plata, en el mortecino silencio de la madrugada. Vestías, como siempre, tu traje ajustado de color negro y habías pintado tus labios de un rojo brillante, que contrastaba temiblemente con la palidez de tu rostro. El pueblo murmuraba que eras un ser siniestro, oscuro, letal. Una criatura de los infiernos, inmortal y sedienta de sangre, que había encontrado en aquel hermoso cuerpo femenino el disfraz para cometer sus fechorías.
Mandaste detener al cochero frente a una mansión de mármol. Del interior flotaban voces achispadas y a través de las ventanas se deslizaban sombras humanoides. Te apeaste del carruaje y te encaminaste hacia el edificio.
Un mayordomo te abrió y te dio la bienvenida. Te invitó a entrar al gran salón, de donde provenía una música que invitaba al baile. Pero tú sabías que nadie bailaba. Nadie. Te esperaban a ti. A la diosa de la noche.
Y entonces, cuando traspasaste el umbral y tu cuerpo blanco surgió a la vista de todos, ataviada de negro, con el pelo largo ocultando el escote y los ojos grandes fulgurando por encima de los rojos labios, la audiencia te recibió entre aplausos.