La serpiente silenciosa

Photo - {author}No se percató de tu presencia. Apareciste en el interior de su cuerpo con una lentitud tan parsimoniosa que nadie pudo augurar tu llegada. Lentamente, te abriste paso en el interior de su alma, silenciosa como una serpiente, arrastrándote entre sus vísceras con el veneno de tu corazón podrido. Latente como un secreto o como una maldición profética, te recluiste en el interior de su cuerpo a la espera de la mejor ocasión para salir a flote.
Y de esta forma, cuando el hombre había crecido hasta alcanzar la plena madurez, se había desposado y concebido dos hijos, tenía un trabajo estable y una cuadrilla de amigos, tú, maldito cáncer, le arrancaste la vida.

Iraultza Askerria

¿También lo serás tú?

Es imposible verte como algo saludable. ( Explore ) - {author}
El alba recortada de inmaculado rosa,
de la libertad símbolo, de la belleza ejemplo
que en el cielo aparece como un eterno templo
y me recuerda a ti: mi niña cariñosa.
Es el alba del cielo la fiel y hermosa esposa.
¿También lo serás tú? Pues si no, destemplo
la ilusión de mi espíritu mientras ruinas contemplo,
al decirme que no levantarás mi losa.
Dime entonces, mi aurora gaditana, mi tierra
de clara luz y rostro de íntegro pensamiento:
¿querrás tener por siempre este amor que se encierra
en mi corazón tuyo, solo abierto por ti,
para cuidarlo mientras sobreviva mi aliento,
mientras en este mundo algo quede de mí?

Iraultza Askerria

Vía de escapatoria

ruta y niebla - {author}Ralla la duda iridiscente como una tormenta de otoño, y las lágrimas pasas se deslizan en el cristal de la mirada, como un hilo de terciopelo desgarrado. Un graznido, un reproche, un trueno que al corazón atraviesa y vuelve sus latidos un lento toque de campanas. La solemnidad del llanto -orgulloso como una manzana roja erguida en la copa de un árbol ceniciento, cuyo color ha desaparecido bajo la aridez del clima- atraviesa el tiempo con sus caricias arrugadas que pliegan el espacio hasta la soledad más absoluta. El rojo ocaso es rojo amanecer, y el mediodía, aún más rojo, absorbe el blanco y el rosa, devorándolos. Ávida boca, voracidad intempestiva de la madrugada y el día. Mueren las manos al desasirse y caen las presas de la guerra como muñecos de lana sobre el campo de batalla. Minas de gloria, sexos húmedos, pero evaporados por la inclemente penetración de un aguileño pico. La pala excava. La pala entierra. Desaparecen los recuerdos tras un universo de grava, y en el polvo añejo se escucha el eco olvidado de un nombre. A los cometas se les va su cola y aparece una roca fría y tediosa. Chocar contra chocar. Las piedras se desmenuzan como papilla. No hay nada más sólido que la posibilidad de no existir. El suicidio parece la única vía de escapatoria.

Iraultza Askerria

Al odio

Convivencia intolerable / intolerable life together - {author}
Fúnebre figura de álgido fulgor;
sombra, que entre sombras labras un camino,
haz que tu piel negra tenga otro color
pues por los fantasmas a verte no atino.
Odio tú te llamas, Leviatán divino
flor de espinas rojas, pétalo sin flor.
Ser de ti un amigo no hay peor destino.
Célebre es tu fama, sombra del amor.
Guerras que concibes, plantas el rencor;
junto al egoísmo sois el más dañino;
líbranos señor del mal opresor.
Sé que tu existencia viene del mezquino
ser humano débil, de todo el peor.
Con su maldición, soneto termino.

Iraultza Askerria

Si intento componer la poesía

Words, words, words - {author}
Si intento componer la poesía
depués de estar semanas sin tocarla
no encuentro modo alguno de sacarla
de esta desesperada ánima mía.
Parece que marchó la melodía.
La musa… ya no hay quien pueda encontrarla.
Yo sigo pesaroso en esta charla
hasta que atisbo tu fotografía.
Entonces una voz suena a lo lejos,
cojines blancos, cálida sonrisa,
son los recuerdos vívidos y añejos
de aquella a la que amé y a la que quiero
besar, tocar, contar sin pausa o prisa
cuántos versos por ella yo genero.

Iraultza Askerria

Orilla del mar

Baño de sol - {author}Orilla de mar, sabor salino de las profundidades del océano. De blanca espuma, húmeda en su deleite de iconografía clásica. Mi más humilde territorio de arena, en cuya playa tenderme al son de sus caricias. La navegante de los sueños, sin acantilados que entorpezcan su constante vagar por mis recuerdos. La onda errante por mi corazón enamorado, cuya marea nunca deja de subir. El tumulto de agua que apaga mi corazón abochornado. La impasible certeza de un piélago todopoderoso, cuyos poderes humillan a la eternidad. Mi más cercana fuente de vida y de amor, el único agua que bebo y beberé, la brisa inherente que volará por mi alma. La sutil necesidad de gritar que te amo.

Iraultza Askerria

Mi libro

Under the tree - {author}
Eres el verso alado que recorre
la prosa entera sin punto final,
un cúmulo de libros vertical
que se eleva cual una vasta torre.
Que en tu tez de papel mi boca borre
cualquier arruga o huella lagrimal,
que no quiero más que escribirte tal
poema, cuento o son que te socorre.
Porque tu eres mi libro y poesía,
mi cuerpo celulosa y tinta oscura,
mi musa, risa, verso y escritura.
Pues yo antes de saber de ti escribía
tan solo un triste llanto de locura,
y ahora sé escribir literatura.

Iraultza Askerria

Los rascacielos de Tokio

Rascacielos en Tokyo - {author}Los rascacielos de Tokio se afilan bajo el cielo volcánico. Entre tanto, la lluvia ácida se derrama cual cianuro sobre las ventanas de los altos edificios, rascando el cristal como uñas insistentes.

Abajo, las calles están vacías. El viento de la tempestad lo domina todo; desde la soledad hasta los recuerdos de antaño, que en forma de coches y establecimientos, evocan una pasada época repleta de humanos y de vida.

Ahora, la polución y las altas temperaturas del sol han convertido las grandes ciudades en poco más que grandes cementerios. Lo único que queda de pie son las inmensas construcciones que el ser humano erigió por encima de su cabeza, con la estúpida intención de alcanzar los cielos.

Iraultza Askerria

Sobre el amor, el desamor y algo más

44/52 Rojo pasión.... - {author}

Pasión incontinente,
señor que al cuerpo débil da calor.
Locura de la mente,
un rostro sonriente de color.
¡Todo eso es el amor!
Pesar, cuchillo hiriente,
veneno cual resaca de licor.
Castigo tan ardiente
que el alma sufre y grita de dolor.
¡Todo eso el desamor!
El beso que se siente,
suspiro que la llama consumió.
Sonrisa que no miente,
amor que con los años se apagó.
¿Qué somos tú y yo?

Iraultza Askerria

La botella de zafiros

Image from page 74 of No, no era un mensaje enrollado cual pergamino, ni un licor añejo de inconfundible aroma, ni siquiera un lagarto enjaulado en una cárcel vidriosa. Se trataba de una botella repleta de zafiros.Ignoro cómo llegó hasta allí. Enterrada en el polvoriento solar de un edificio a medio construir, la botella había brillado con agónica constancia, al aguardo de que algún transeúnte pudiera rescatarla.

Y resultó que el destino me había colocado a mí frente a aquel recipiente de zafiros.

En un primer momento, ignoré de qué se trataba. Luego, al advertir su boca encorchada y su busto acristalado, lo identifiqué sin problemas. Ahora bien, no supe hasta varios minutos después, cuando logré limpiar su cuerpo ceniciento, cuál era su contenido.

Zafiros, hermosos y resplandecientes zafiros.

Yo no era ningún experto en orfebrería ni tan siquiera en la tasación de piedras preciosas, pero por un momento, imaginé que podría hacerme rico. Era por todos sabido el valor incalculable de este tipo de objetos.

Por tanto, con esta ilusión, me encaminé presto a una joyería para informarme del valor de la joya. Cuando salí del establecimiento, mi corazón palpitaba aceleradísimo. ¡Era rico! Había tal vez un millar de zafiros, y el precio de cada pieza oscilaba por encima de los tres mil. El importe total no era nada despreciable.

Tomé dirección hacia mi casa con intención de reorganizar la que sería mi nueva vida. Pero en el camino, me encontré -no sé muy bien si para mi gracia o desgracia- contigo, contigo: bella princesa. Hacía al menos un año que no nos veíamos y, todavía, no había podido olvidarte. Desde que me dejaste, amor mío, había sido incapaz de no pensar en ti.

Y entonces los vi, tus ojos. Tus lindos, fulgentes e inmensos ojos azules, que parecían dos joyas preciosas en su más esbelta superficie.

Tus ojos eran zafiros. Igual de brillantes, pero mucho más valiosos.

Pero te fuiste, despidiéndote rápidamente de mí, sin más conversación que un cínico y educado “¿Qué tal estás?”. Después pensé que nunca más volvería a verte; ni a ti, ni a tus espectaculares ojos.

Así que aterrorizado por ello, volví al solar donde había encontrado la botella, la enterré de igual modo que la había hallado y me guardé para mí dos de aquellos zafiros. Eran tan idénticos a tus ojos que atesorar la joya me aseguraba no olvidarte jamás.

El resto de los zafiros quedaron enterrados en la botella, al aguardo de todos aquellos hombres que necesitasen a su vez de una imitación prodigiosa de los ojos de su amada.

Iraultza Askerria