Siete meses de poesía

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Han pasado siete meses desde que acaricié tu rostro de porcelana, desde que abrí tus Puertas Esceas con los dedos, desde que tomé entre los labios los trocitos de tu alma. Todavía recuerdo esas primeras caricias inundadas con el posible miedo al rechazo, y la mucha esperanza que me instaba a esperar lo mejor de ti. Y así fue.

Han pasado siete meses en los que he adelgazado de odio para engordar de amor. Seguro que a ti te ha ocurrido lo mismo. Hemos comido aquí y allá, hemos bebido de la lluvia y del océano y nos hemos comido y bebido mutuamente, dejando un poquito para la cena y el desayuno. Aún dispondremos de cien mil banquetes en los que alimentarnos.

Han pasado siete meses desde que comprendiera que eras la mujer de mi vida. En ese tiempo, conocí a tus padres, a tus abuelos, a tus tíos, a tu hermano, a tus amigos y amigas, a tu tierra, a tu cama, a tus fotos de niña, a tu risueño saludo de bienvenida, a tu gato, a tu incapacidad para mantener el orden de una habitación y a tu divertida perra. Nunca supe tanto de una persona en tan poco tiempo y nunca tan poco fue el tiempo necesario para conocerte mejor que nadie. Uña y carne, viento y nube, sol y luna, sal y mar, norte y sur, cielo y tierra, ¿qué somos tú y yo sino siete meses de poesía?

Iraultza Askerria

Lira de los vientos

Photo - {author}

(ella)
Abrázame otra vez,
abrázame en las playas del Oriente,
cual si en la lobreguez
unimos nuestra mente,
el cuerpo, el alma; haciendo un mismo ente.
(él)
Tomar tu desnudez
tomarte por los bosques de Occidente,
con ansia y avidez,
tal que un lobo impaciente;
un acto de pasión tan recurrente.
(ella)
Protégeme, sé fiel
protégeme en los piélagos sureños.
Mi abeja, yo tu miel.
De mí seremos dueños
viviendo siempre alegres y risueños.
(él)
Tenerte cual clavel,
tener la flor de vértices norteños.
Seré como el broquel
que guarde dulces sueños,
defensa de tus templos marfileños.

Iraultza Askerria

En busca de una estrella

The Sentinel / El Centinela - Claudio.ArCuando naciste, una estrella se prendió en el firmamento. Aún no había sido descubierta por el ser humano, pero cuando sus telescopios la vislumbraran, la bautizarían con tu nombre. Hasta ese momento tu existencia quedaría únicamente ligada a La Tierra.

Desde tu nacimiento, fuiste algo más que una persona, algo más que una mujer. El cosmos te guardaba un sitio junto a otros entes de tu categoría; entes que no pudiste encontrar en un lugar tan cotidiano y abismal como La Tierra. Por esta razón, siempre estuviste por encima del resto de los mortales, a pesar de que intentaras por todos los medios bajar a su nivel.

Yo lo sabía y aún así pretendí conquistarte. Intenté alcanzar tus encantos, encadenarlos a mi alma, sentir tu corazón desbocado bajo el mío, besar el deseo de unos ojos celestes y pegarme a un aliento que suspiraba desde las entrañas del universo. Anhelé tocar un sol ardiente y abrazar un agujero negro. Fue un intento de la nada, puesto que caí esclavo de tus virtudes, como un planeta aprisionado ante la luz vivificadora de su sol.

Mientras yo sepultaba mi amor en el fondo de un mar de orgullo, tú ascendías en el aire como una nube inalcanzable: todo suavidad, todo pureza. Quien pudiera rozar tu piel volátil, podría considerarse el hombre más afortunado del mundo.

Todavía así, yo no quise rendirme. Quería obtener tu cariño aunque tuviera que despreciar, arriesgar o condenar mi vida. De esta forma, me licencié en física, transcurrí cuatro años en la marina y finalmente ingresé en la N.A.S.A. Cuando mis aptitudes estuvieron firmemente desarrolladas, pude apropiarme de una nave espacial. La infinidad del universo estaba al alcance de mi mano.

Desde entonces, he navegado por el cosmos incansablemente, buscando el brillo de tus ojos en una estrella perdida.

Iraultza Askerria

A una boca terca

Sueño - {author}

Terca boca escrupulosa
de unos besos cariñosos,
encuentras más pasión entre los restos
de un paladar ambicioso.
Terco labio lacerado
por la gracia de un fogoso,
como del sol ardiente llamarada
que quema hasta lo más hondo.
Terca niña que entre llantos
corres en busca de un hombro
sobre el que lamentar, siempre ignorando
que caminas entre locos.
Terca razón femenina
me apartaste como a pocos.
Ora, dañada, vuelves a mi vida
para ahogarme con tus lloros.

Iraultza Askerria

Rencor, celos, odio y traición

LasNeveras2 - {author}Cada orgasmo sembró una arruga en tu frente; cada goce mancilló un poco más tu alma dedicada a la egolatría; cada risa fortaleció la piedra de tu corazón y cada roce desvirtuó con grietas el cristal de tu mirada.

De esta forma, ajada, sucia, pétrea y agrietada, te descubrí un amanecer amancebándote entre contenedores de basura; sola como un sentimiento que nadie quiere; desamparada como la cara oculta de la luna que nunca se ilumina; desterrada como un ángel caído que un día fue la gloria de Dios; traicionada por un eterno amor tragado por un agujero negro.

Te vi en este estado tan lamentable, que me acerqué a ti con intención de ofrecerte ayuda. Sabía que un beso, un te quiero, una caricia dulce o una mirada sincera curaría tus pecados, tus mentiras, tus egoísmos y tus falsas promesas, devolviéndote la pureza y la candidez con la que te había conocido años atrás.

Sin embargo, no lo hice: te ignoré, rencoroso, despiadado y terco, y me marché de aquel contenedor en el que te pudrías.

Después de eso me dediqué a gozar, a disfrutar de mí mismo, a reírme del mundo y a utilizar mi franqueza como un arma letal.

Al final, terminé en el mismo vertedero que tú.

Ningún beso ni ninguna caricia pudo salvarnos.

Iraultza Askerria

A la antísesis

Castle in the Sky - {author}

El medible infinito de la honesta codicia,
oxímoron probable el vegetal animado,
atentos los descuidos del desierto mojado
en el celeste infierno de la áspera caricia.

El manzano naranja de purgada inmundicia
en libertad esclava del corredor parado
entre odiados amores de un joven aviejado
por la eternidad muerta de una falsa noticia.
El soneto que en lira
empezando termina los tercetos.
Rima la serena ira
de sabidos secretos:
que los poetas son analfabetos.

Iraultza Askerria

Tercetos a un hermano ofendido por el amor

Posta de sol al Passeig de la Ribera, Sitges - {author}

Como aquel que rompiendo las cadenas
de las esclavitudes deshonrosas
y corre hasta una fuente a aliviar penas.
Como aquel que llorando a decorosas
mujeres que nos roban corazones,
se cava entre sus lágrimas las fosas
de la muerte, ponzoña de pasiones,
que es la causa del lúgubre destino
que acorrala a tantísimos varones.
Como aquel desdichado que en el vino
ahoga llanto y dice: “por no verte
que se agote hoy mi triste desatino”.
Como aquel que escapando de la muerte
corre en busca de afecto de un hermano,
a plañir y cantar su mala suerte.
Mas no encuentra consuelo en esa mano
sino una confidencia traicionera
pues ni mujer ni hermano en el verano
perdieron tiempo al sol de la ribera.

Iraultza Askerria

Besos enajenados

Photo - {author}Tus pestañas parecían derretirse como cera bajo el influjo de mis besos. Con los ojos cerrados y el cuerpo inmóvil, te rendías ante los encantos de un desconocido, que bien podría haber sido un violador o, peor aún, un asesino.

Pero cuando mis labios actuaban, no había mujer que pudiera resistirse a mis sortilegios.

Esto lo descubrí siendo adolescente, cuando me revolqué en la playa con la chica más egocéntrica, prepotente, avariciosa e irascible de todo el instituto. Una vez mis labios rozaron los suyos, la chica dejó a un lado su carácter ególatra para convertirse en una princesa en apuros, dulce e inocente. A mi merced.

Igualmente, a ti te tocaba ahora estar a merced de mi voluntad, sin más defensa que un agudo gemido atemporal que poco me importaba escuchar.

Lo cierto es que terminé rápidamente contigo y con tu complacencia empalagosa, y después de eso, abandoné tu lecho, tu habitación y tu casa para rendirme a la penumbra de la noche; igual que tantas otras veces había hecho ya.

Al fin, exhalando la libertad de la madrugada, deambulé sin destino alguno por las avenidas y los parques de Ginebra. La luna me perseguía, acosadora, desde aquella lejana vez en la cual alcé la cabeza y sin pensarlo mucho le lancé un beso desde la Tierra. Desde entonces, ella tampoco había podido resistirse a mis labios, y me seguía a todas partes.

En este punto, me perdí en el amplio Parque de los Bastiones. Crucé sus calzadas pedregosas, avancé por el Muro de los Reformadores y me encaminé hacia los gigantescos tableros de ajedrez pintados en la misma plaza. Llegué a un recodo y me detuve un instante junto a un enorme matorral de forma triangular.

Alcé la vista por encima del arbusto y visualicé a una joven pareja acomodada en un banco metálico de color verde. Una farola se alzaba por encima de ellos, iluminando a los amantes como el foco de un teatro. Al ver tanta luminosidad, yo me sentí desterrado a una sombra perpetua de la que no podía escaparme.

El chico se encontraba sentado en el banco. La chica se había acomodado sobre la cadera de su amante con las piernas flexionadas y abiertas. Ella se inclinaba para besarle en la boca apasionadamente. El chico parecía extasiado ante los besos de su amante y pude ver en sus ojos el mismo destello, el mismo gozo, la misma falta de voluntad que yo veía en todas las mujeres que probaban mis labios. En ese instante, la chica volvió la cabeza hacia mí y me miró con sus ojos radiantes, seguros, lujuriosos e indiscutibles.

Sentí envidia, deseo y un tímido agarrotamiento en mis músculos.

Acababa de encontrar a mi media naranja.

Iraultza Askerria

A tu ausencia

Ausencia - {author}
Horizonte nocturno do bailabas
junto a teas brillantes hechas de oro,
y entre todas sublime descollabas,
siento tú, siendo tú el mayor tesoro.
Al oído melosa me cantabas
y tu voz se escuchaba como un coro,
ya en el aire tu símbolo dejabas
amparando mi amor con tu decoro.
Te quería; aún te quiero, vida mía,
me amabas, aún lo haces aunque lejos,
y el lamento me invade la razón.

Tu mirada eclipsada en este día,
de tu voz nada queda, ni reflejos;
mas mi amor aún es tuyo, corazón.

Iraultza Askerria

El riachuelo y la cadena

Ponte vello de Xuño Ou Ponte Río Sieira (Porto do Son) - {author}
Tu cuerpo me parecía a veces un riachuelo. Otras una cadena.

Cuando acariciaba y besaba tu piel, te sentía húmeda, undívaga, timorata, como hielo derretido bajo el calor de viriles centellas. Al principio, fría como el agua de las montañas, pero luego cálida como el oasis del desierto. Te dejabas herir por mis besos y atravesar por mis dedos, que entraban en tu interior. Aun así, intentabas escabullirte de mis acometidas una y otra vez, como la corriente que desciende rauda, intentando esquivar las férreas rocas del lecho. De esta forma, como un riachuelo suave y perlado procurabas evadirte, y solo lograbas ensalivar mi ansia.

En otras ocasiones, sin embargo, te convertías en una cadena: implacable, esclava, dictadora, de la que no podía escapar. Te abrazabas a mí, oprimiéndome y aplastándome el pecho, arañándome la espalda como un alambre de espino, sintiéndome tan enterrado en tu alma que me condenabas a no salir nunca de ahí. Me perdía en el placer de tu cuerpo como dentro de un despiadado laberinto: nadie, ni el más audaz, podía fugarse de tu prisión, de tus entrañas, de tus encantos.

Así eras cuando te hacía el amor: primero una líquida y frágil inseguridad y luego una sólida y lujuriosa dependencia.

Iraultza Askerria