Dulce y altiva como un monumento antediluviano que perdura en la memoria de hombres, retratos de artistas y diccionarios. Te alzas así sobre el mundo, momificada como un cielo cuya belleza solo se puede contemplar. Tocarte, o aun peor, saborearte, queda reservado a los dioses.
Catedral de huesos de mármol, templo de agua sagrada, alcázar de trémulas carnes que se defienden de la soledad. En tu seno la poesía vive y suspira, en tu boca florece la inspiración y se acongojan los miedos, y en tus pupilas crepitan soles, lunas, astros y galaxias enteras.
¿Existe mayor patrimonio para la humanidad? ¿Joya de más valor? ¿Mujer, flor, palacio o universo que acapare más belleza que la tuya? No, claro que no.
Yo inmortalizaré tu casco antiguo, convertiré tus esbeltas columnas en un nuevo orden arquitectónico, propondré las arquivoltas de tu cabello como patrón para ornamentar portadas, y la silueta de tu pecho formará un novedoso arco apasionado, sólido y precioso.
Las nuevas construcciones replicarán el perfil de tu cuerpo, y en el futuro todas las ciudades del mundo se parecerán a ti. No habrá lugar en el mundo donde no se escuche tu nombre.
Iraultza Askerria