¿A quién no le ha ocurrido? Esa desgana, ese bloqueo emocional, esa musa desconocida que desaparece de la vida durante días, semanas, incluso meses. El escritor se pone a trabajar y la inspiración no llega; las palabras parecen sucias pegatinas sin un párrafo al que adherirse. ¿Qué hacer en esos momentos? ¿Qué hacer cuando no hay inspiración?
Lo mejor es ir a buscarla: levántate de la silla, coge un cuaderno y acompáñame. Te mostraré varios lugares durante las musas abundan.
Un paseo por la playa o por la montaña.
Sea cual sea la situación geográfica y los gustos de cada uno, reencontrarse con la naturaleza es reencontrarse con el interior de uno mismo, con el alma más primigenia del ser humano. La naturaleza nos permite observar tanto interna como externamente de qué esta compuesto el mundo y nosotros mismos. El entorno natural nos permite citarnos con la divinidad, con el todo y la nada, con lo grande y lo pequeño, con la musa verde y dorada, con la lágrima y la sal.
En los parajes naturales las ideas fluyen como el agua y no es difícil encontrar nuevas promesas literarias.
Las estaciones, andenes y apeaderos
En un andén de la estación, en la cristalera de la parada de un autobús, en las cafeterías del aeropuerto donde la familia toma su último café. Lugares de encuentro entre amigos y comerciales, familiares y amantes; lugares donde abundan los abrazos y las lágrimas. Las historias en los aeropuertos, andenes y estaciones abundan tanto como las personas que los recorren. Cada uno es un tesoro que llama a las puertas de nuestra imaginación despertando a las musas dormidas.
No hay que dejar escapar el momento benigno para contar una historia mientras esperamos al transporte de turno.
Visita un bar desconocido
Un refresco o un café. Lo que desees. Pero vete solo a ese bar, taberna, pub, establecimiento, cafetería, etc. Sin más compañía que un cuaderno y un bolígrafo. Observa a los camareros, los clientes, los proveedores, la máquina expendedora de tabaco, la barra, los muebles, la música, la televisión, el brillo de los licores, el aroma de los zumos. Cada sensación te contará una historia sin que te percates de ello.
Adéntrate en un museo
Pinturas, esculturas, colecciones arqueológicas, un paseo por la etnología de un pueblo. Hay miles de museos, cada uno con sus secretos, con sus joyas expuestas en vitrinas o paredes. En estas entidades culturales, el arte abunda y, consecuentemente, la inspiración se recrea invariable y constante. Pocos momentos habrá, tan culminantes en el arte, como intentar desentrañar lo que otros artistas han querido decir. Igualmente, pocas sensaciones tan plenas habrá como lograr entender la historia, el relieve, la tecnología o la cultura de una comunidad.
Visita una biblioteca
Rodéate de libros, letras, palabras, cultura. Proponte un juego: abre un diccionario o una enciclopedia o novela aleatoria y busca una palabra cualquiera. Luego recorre la biblioteca por todos sus pisos y cuartos; tendrás que encontrar esa misma palabra en el título de alguna publicación. ¿Lo encontrarás? Y si lo haces, ¿qué encontrarás? La biblioteca es el lugar con la mayor concentración de inspiración y literatura; perderse en la misma obliga a perderse entre obras y musas. Que alguna de ellas nos hable, sólo es cuestión de tiempo.
De concierto en concierto
La música amansa a las fieras y excita la inspiración. Las musas de Apolo fueron artistas de las canciones, la armonía, la poesía, etc. No olvides rodearte de jazz, rock, rap, country, reggae, rumba, flamenco, pop, salsa… Cada ritmo guarda un pequeño microrrelato. Rodéate de instrumentistas y de fans y siente la vehemencia de la música latiendo en tu corazón al mismo ritmo que la percusión.
Las melodías del mundo son palabras en forma de aire y espíritu. Escúchalas y transcribe sus voces.
Escribe todos los días y haz algo nuevo cada vez
Estos son los últimos dos consejos y, posiblemente, los mejores, que resumen invariablemente lo que pienso sobre la inspiración. Hay que escribir todos los días, sean 100 o 1000 palabras, sea prosa o poesía, pero escribir algo todos los días. Además de visitar playas, montañas, estaciones, bares, museos, bibliotecas y salas de música, también hay que adentrarse en otros lugares, conociendo gente nueva y sumergiéndose en nuevos mundos.
El escritor vive de su escritura y de la experiencia. La novedad incita la inspiración. La monotonía mata la inspiración. Corre, vuela y háblale al mundo.
El mundo te contará sus historias.
Añadiría coger un tren de cercanías y observar a los viajeros, escuchar conversaciones, ver sus hábitos, su manera de vestir, de mirar….
Los viajes en tren siempre son motivo de inspiración. Gracias por comentar.
De hecho una de mis historias favoritas tuyas, se desarrolla en un tren: Una mañana de Agosto 🙂