Deambulamos así sin ton ni son entre supermercados, autopistas y centros comerciales. Olvidamos la magnificencia de contemplar las estrellas, de escalar montañas, de escribir un diario, de trabajar el conocimiento, de saber más que poseer.
Así, sencilla e indiferentemente, nos acercamos sin remedio al destino final, a la muerte prematura, mucho antes de desaparecer por completo, olvidados ya por todos y sin más título que el que nos otorga la nada.