La oscura reflexión de los intelectuales. Sombras aguerridas sobre aparatos viejos. Sillas volteando alrededor de mesas de círculos, propensas a cojear por influjo de los sostenidos. Una coca-cola en bemol y una jarra de cerveza colmada. La algarabía frecuente en cualquier taberna de pueblo. Parroquianos en la barra, jaleando un partido de fútbol. Parejas y cuadrillas charlando fogosamente, por mera pasión de entretenimiento.
Unos labios asomados al cristal. Una boca que, sorprendida, alaba la belleza de la primera. Manos que en la oscuridad se entrecruzan. La mirada fundida en los ojos ajenos, monumentales, del color de la eternidad, campo de todas las tonalidades. Se oyen palabras sobre literatura en el escenario ensordecedor y nada silencioso del bar penumbroso. Oraciones y versos, y relatos y cuentos, fantasías, ilusiones, críticas y futuros. Las promesas van y se cumplen a medida que el tiempo les cede oportunidad.
Se intercambian frases y caricias. Los minutos vuelan, aun pareciendo estancados en una recíproca esfera, cubierta de rosa y azul, de felicidad y fortuna, de sabiduría y fidelidad, de creatividad y vigor.
Arden las estufas en la fría noche avivando los espíritus enamorados de nuestros dos corazones.
Iraultza Askerria