Los rascacielos de Tokio

Rascacielos en Tokyo - {author}Los rascacielos de Tokio se afilan bajo el cielo volcánico. Entre tanto, la lluvia ácida se derrama cual cianuro sobre las ventanas de los altos edificios, rascando el cristal como uñas insistentes.

Abajo, las calles están vacías. El viento de la tempestad lo domina todo; desde la soledad hasta los recuerdos de antaño, que en forma de coches y establecimientos, evocan una pasada época repleta de humanos y de vida.

Ahora, la polución y las altas temperaturas del sol han convertido las grandes ciudades en poco más que grandes cementerios. Lo único que queda de pie son las inmensas construcciones que el ser humano erigió por encima de su cabeza, con la estúpida intención de alcanzar los cielos.

Iraultza Askerria

Sobre el amor, el desamor y algo más

44/52 Rojo pasión.... - {author}

Pasión incontinente,
señor que al cuerpo débil da calor.
Locura de la mente,
un rostro sonriente de color.
¡Todo eso es el amor!
Pesar, cuchillo hiriente,
veneno cual resaca de licor.
Castigo tan ardiente
que el alma sufre y grita de dolor.
¡Todo eso el desamor!
El beso que se siente,
suspiro que la llama consumió.
Sonrisa que no miente,
amor que con los años se apagó.
¿Qué somos tú y yo?

Iraultza Askerria

La botella de zafiros

Image from page 74 of No, no era un mensaje enrollado cual pergamino, ni un licor añejo de inconfundible aroma, ni siquiera un lagarto enjaulado en una cárcel vidriosa. Se trataba de una botella repleta de zafiros.Ignoro cómo llegó hasta allí. Enterrada en el polvoriento solar de un edificio a medio construir, la botella había brillado con agónica constancia, al aguardo de que algún transeúnte pudiera rescatarla.

Y resultó que el destino me había colocado a mí frente a aquel recipiente de zafiros.

En un primer momento, ignoré de qué se trataba. Luego, al advertir su boca encorchada y su busto acristalado, lo identifiqué sin problemas. Ahora bien, no supe hasta varios minutos después, cuando logré limpiar su cuerpo ceniciento, cuál era su contenido.

Zafiros, hermosos y resplandecientes zafiros.

Yo no era ningún experto en orfebrería ni tan siquiera en la tasación de piedras preciosas, pero por un momento, imaginé que podría hacerme rico. Era por todos sabido el valor incalculable de este tipo de objetos.

Por tanto, con esta ilusión, me encaminé presto a una joyería para informarme del valor de la joya. Cuando salí del establecimiento, mi corazón palpitaba aceleradísimo. ¡Era rico! Había tal vez un millar de zafiros, y el precio de cada pieza oscilaba por encima de los tres mil. El importe total no era nada despreciable.

Tomé dirección hacia mi casa con intención de reorganizar la que sería mi nueva vida. Pero en el camino, me encontré -no sé muy bien si para mi gracia o desgracia- contigo, contigo: bella princesa. Hacía al menos un año que no nos veíamos y, todavía, no había podido olvidarte. Desde que me dejaste, amor mío, había sido incapaz de no pensar en ti.

Y entonces los vi, tus ojos. Tus lindos, fulgentes e inmensos ojos azules, que parecían dos joyas preciosas en su más esbelta superficie.

Tus ojos eran zafiros. Igual de brillantes, pero mucho más valiosos.

Pero te fuiste, despidiéndote rápidamente de mí, sin más conversación que un cínico y educado “¿Qué tal estás?”. Después pensé que nunca más volvería a verte; ni a ti, ni a tus espectaculares ojos.

Así que aterrorizado por ello, volví al solar donde había encontrado la botella, la enterré de igual modo que la había hallado y me guardé para mí dos de aquellos zafiros. Eran tan idénticos a tus ojos que atesorar la joya me aseguraba no olvidarte jamás.

El resto de los zafiros quedaron enterrados en la botella, al aguardo de todos aquellos hombres que necesitasen a su vez de una imitación prodigiosa de los ojos de su amada.

Iraultza Askerria

Eso eres tú

Esa sonrisa - {author}

Planetas que giran
en torno una estrella.
Suspiros que avivan
la luz de una vela.
Eso eres tú:
¡el fuego, la llama y mi reina!
Árboles que beben
caudal de la tierra.
Pétalos que mecen
el más dulce néctar.
Eso eres tú:
¡el agua, la miel y mi esencia!
Olas encrespadas
por el suave céfiro.
Pájaros que cantan
en el firmamento.
Eso eres tú:
¡el canto, la brisa y mi cielo!
Ojos que se cierran
en único beso.
Latidos que yerran
bajo un mismo pecho.
Eso eres tú:
¡el tacto, la fuerza y mi cuerpo!

Los versos compuestos,
sutil melodía
de amores eternos
de todos los días.
Eso eres tú:
¡el tiempo, el arte y mi vida!

Iraultza Askerria

Entre palabras

Photo - {author}Una palabra me viene a la mente y otra al corazón. Arriba se repite como un eco, siempre chocando contra las paredes de mis sesos y tornando a hacerse oír, como un manifestante fervoroso. Abajo los latidos impulsan el sonido del término por encima de los pulmones hasta quedar ahogado en el fondo de la garganta.

Mi boca, como siempre, enmudece; incapaz de acallar los gritos iracundos de la mente y el corazón. Ella siempre fue dulce, suave, melosa; instrumento violado por la codicia de los otros dos. Nunca supo rebelarse contra el despotismo de sus hermanos mayores y siempre vivió bajo su yugo.

En esta ocasión, mi boca estaba aterrada, inválida y desprotegida. De un lado a otro le venían frases, oraciones, palabras. No sabía a quién hacer caso: si a la mente siempre tan racional, sensata y juiciosa; o al corazón, implacable sentimiento de la fogosidad, la audacia y la juventud.

Y mientras tanto, el tiempo pasaba y mis ojos observaban cómo se iba el presente. Ante ellos se expandía la infinidad de la carretera, directa a la ciudad. Junto a mí, sentada en el asiento del copiloto, se hallaba una joven mujer. Era de mi edad, soltera como yo, bonita, dulce, simpática, amante del cine clásico y de la gastronomía mediterránea; trabajaba como secretaría de mi jefe.

Habíamos salido tarde de la oficina y me había visto obligado a llevarla a casa al perder ella el transporte público. No me había importunado en absoluto. Tampoco me hubiese importado viajar con ella a Londres, a donde acudiría dentro de dos días por un viaje de negocios y donde se hospedaría durante dos semanas.

Como ya se habrá percatado el lector, esa chica me gustaba mucho, me encantaba más bien, pero en ningún momento de nuestra relación profesional había podido ni había intentado conquistarla. Mi corazón estaba ansioso de salir con ella esa misma noche, de invitarla a cenar, de tomar unas copas, de conocerla mejor. Así se lo hacía saber a mi boca. Mi mente, en cambio, tenía una opinión totalmente opuesta: lo más adecuado era esperar a que regresase de Londres y entonces invitarla a un inofensivo almuerzo en el restaurante de la oficina.

Entre los argumentos de uno y los alegatos del otro, mi boca ignoraba qué hacer. Estaba aterrada, sintiendo los punzantes electrodos de la mente y las hondas palpitaciones del corazón. Emociones en medio de una guerra que no sabían que bando elegir.

El motor resonaba como los tambores de una batalla y marcaba el ritmo de la disputa entre el pecho y la cabeza. La garganta, muda en mitad de aquel cuerpo divido en dos, callaba y callaba, moviendo con su silencio las agujas del tiempo.

La quería para mí, la quería para esa misma noche. Entre mis brazos, entre mi aliento, entre mi móvil erecto. Sin embargo, la mente razonaba que la paciencia era una virtud y que ninguna conquista se sucedía en un día. Las cosas premeditadas funcionaban mejor. La opinión del corazón, contraria a la otra, giraba revoltosamente en la punta de la lengua, impulsando el músculo bocal fuera de los labios. La empujaba a emitir un sonido dulce, un clamor leve e intenso. Pero allí estaba el labio cerrado, siempre fiel a la mente hipócrita.

Finalmente, detuve el coche frente a su casa y no pude hacer nada más que mirar cómo ella se apeaba del automóvil y me abandonaba para siempre.

Nunca regresó de Londres.

Iraultza Askerria

Despertar

Un instante, una vida - {author}
No existe amanecer o despertar
más hermoso que el que ocurre a tu lado.
Abre uno la mirada por mirar
el más bonito ser que el mundo ha dado.
Sobre la cama sabes semejar
la perfección del arte y es probado,
el grande privilegio que es amar
a esta niña, que me ha enamorado.
Que suerte tuve yo al quitarme el sueño
junto a la desnudez de tu pureza
la misma que de mí se hacía dueño,
porque un hombre se vuelve por ti siervo
al contemplar la alborada belleza
que dormita en tu piel, ahora mi acervo.

Iraultza Askerria

Semblante celeste

PENSANDO EN ... (hdr) - {author}

Las nubes funden gasas y fulgores
bajo el sol y la luna, cual luceros
con sendos nubarrones carceleros,
par de avizores van tocando ardores.
Bajo de ellos con pálidos colores
en oval se aglutinan agujeros
y se extienden de ahí por los veleros
tomando como imagen los albores.
Que tus mejillas rosas, labios rojos,
eterna y blanca tez, mirada en celo,
son del cielo invencible grata fronte.
Pues al mirar arriba desde el suelo
espejo de tu rostro entra en mis ojos
como si fueras par del horizonte.

Iraultza Askerria

Desfallecernos

Photo - {author}En la cama, tú y yo. Sol y tierra. Orbitando entre llamaradas, fogonazos, destellos, luminarias que desde los ojos alumbran la oscura habitación. Cósmica, de ensueño, éter tangible que destila el sudor de tu piel. Vuelta y vuelta alrededor del eje del amor. Entrelazando las perpendiculares de nuestros muslos. Enderezando un camino de átomos lubrificados a través de túneles angostos, vedados para los demás, abiertos para nosotros. Tú te expandes, yo me contraigo. El sistema fluye con sus órganos a flor de piel, ventilados por los suspiros… y los gemidos al correrse.Plenitud del universo en tus labios acompasados, retornando de su agonía a su sosiego, mientras soporta mi peso desfallecido.

Iraultza Askerria