Una trastienda de pecados

campana iglesia de la Compañia de Jesus construidas en 1753 en España - {author}¿Qué son las horas? ¿Y los días? ¿Qué son los años? ¿Qué es la vida? SSoloólo un martirio, un vía crucis, una mentira, una despensa donde apilamos los sermones, un baúl olvidado entre remordimientos, una trastienda de pecados y reproches.

Eso es la vida, eso es el tiempo. Una carrera sin trofeo alguno, una competición siempre en derrota, una quimera que en forma de cielo tomamos por un bien común. Tanta mentira, tanta evasión, tanta súplica sin esperanza… ¿para qué? Para nada.

Y aun así, soy incapaz de suicidarme.

Iraultza Askerria

El trofeo de la guerra

«… dejarán como trofeo, a Príamo y a los troyanos, la argiva Helena.»

Homero; Ilíada, canto II (verso 158).

Cuadriga en la Puerta de Brandeburgo - dietadeporteEn un mundo tan competitivo como el nuestro, la palabra trofeo aparece constantemente en periódicos, televisión y cualquier otro medio de comunicación, siendo especialmente notable su tedioso protagonismo durante los eventos deportivos. Así, los trofeos de tenis, fútbol o motociclismo, copan el lustre de tantas noticias destacadas.

Sin embargo, pese al frecuente uso de la palabra trofeo, pocos conocen su verdadero significado. Intentaremos desentrañarlo y saborear de esta forma las mieles de la victoria.

Del castellano al indoeuropeo

Tal y como explica el Diccionario de la Real Academia Española, trofeo proviene del latín trophaeum, vocablo escogido del griego τρόπαιον. La palabra deriva de la forma verbal τρέπω (trepō), y esta a su vez del nombre τρόπος (tropos). Esta última palabra se traduce como “vuelta” o “giro”, teniendo su origen en la raíz indoeuropea trep.

Trofeo no es la única palabra del diccionario que comparte este origen etimológico. De ejemplo puede servir tropismo: movimiento de orientación de un organismo sésil como respuesta a un estímulo. Si bien este último sustantivo ya tiene implícita una cualidad móvil y por ello se puede entender su relación con la palabra griega “vuelta”, vale preguntarse qué tiene que ver un trofeo con todo esto. Los trofeos, por sí solos, ni se mueven ni giran ni vuelven ni regresan, por lo que de primera mano, parece una broma su origen etimológico.

Pero nada más lejos de la realidad.

Los trofeos de la Antigua Grecia

Ahora debemos adentrarnos en los entresijos de la historia, esos engranajes que, desconociéndolos, han provocado la fisionomía del mundo en el que vivimos.

Por todos es sabida la fama bélica de los griegos, sustentada en ocasiones sobre antiguos mitos como la Guerra de Troya, y otras sobre acontecimientos históricos de la categoría de las Guerras Médicas o las conquistas de Alejandro Magno. Con esto, nos cercioramos de la voluntad belicosa de los antiguos pobladores de Grecia.

Pero tal y como recitan las gloriosas epopeyas de Homero, los guerreros aqueos no luchaban únicamente por el control territorial o las riquezas. Había algo, si cabe, más importante: el honor. Así nos lo demuestra la Ilíada, cuando Menelao marcha a Troya a rescatar a su legítima esposa y en una batalla contra Paris, éste escapa como un cobarde, girándose sobre sus propios talones, volviéndose hacia la protección de las murallas de Troya.

Sin embargo, Menelao, el bizarro rey de Esparta, no pudo dar alcance a Paris. Si lo hubiera logrado, habría dado muerte al joven príncipe troyano jugándose una merecida venganza; después le habría despojado de sus armas, armaduras y cualquier otra joya de valor, y finalmente, habría regresado al mismo lugar donde Paris había comenzado su huida (su vuelta, su giro) y ahí mismo habría levantado un monumento con los despojos del cadáver.

En la Antigua Grecia, este monumento alzado con los restos del enemigo en el mismo lugar donde éste se había vuelto en retirada, era conocido, ni más ni menos, como trofeo.

Los trofeos en la literatura

Por lo tanto, los trofeos no eran ni medallas, ni copas de oro, ni cualquier otro tipo de símbolo victorioso que se regalaba al vencedor. Los trofeos estaban construidos con las armas y las armaduras de los enemigos, y se levantaban justo donde el ejército rival había comenzado su fuga. Aquí subyace el origen etimológico de la palabra tropos, que recordemos significa: “vuelta” o “giro”.

Una vez conocida esta tradición de la Antigua Grecia, resulta interesante analizar algunas citas de obras consagradas de la Época Clásica.

El dramaturgo Esquilo, en su tragedia Los siete contra Tebas, dice así:

«Hago el voto de rociar con sangre de ovejas los hogares de las deidades, y hacer en honor de los dioses sacrificios de toros y erigir un trofeo con las vestiduras de los enemigos y dedicar a los santuarios el botín conquistado en la lucha.”

Esquilo; Los siete contra Tebas.

El poeta trágico Eurípides también hace referencia a esta ancestral tradición en Los Heráclidas:

«Hemos vencido a los enemigos y se han erigido trofeos que contienen la armadura completa de tus enemigos.»

Eurípides; Los Heráclidas

Incluso Miguel de Cervantes, tal y como podemos leer en etimologias.dechile.net, manifiesta esta costumbre aquea en su archifamoso Don Quijote de la Mancha:

Los del escuadrón se estuvieron allí hasta la noche, y por no haber salido a la batalla sus contrarios, se volvieron a su pueblo, regocijados y alegres; y si ellos supieran la costumbre antigua de los griegos, levantaran en aquel lugar y sitio un trofeo.

Los trofeos a lo largo de la historia

Conocido ya el origen de los primeros trofeos, conviene señalar que esta práctica griega de conmemorar los éxitos militares fue adoptada por los romanos. No obstante, lejos de erigir estos monumentos en el campo de batalla, los generales de Roma optaron por edificar dichas obras en la entrada de las propias ciudades.

Inicialmente se edificaron columnas rostrales, en cuyos fustes se colocaban los espolones de los navíos enemigos apresados. Después se construyeron arcos rudimentarios, sobre los que colgaban las armas y armaduras capturadas al adversario a modo de trofeo. Finalmente, estos arcos se convirtieron en obras colosales de arquitectura, olvidando la razón genuina de exhibir los despojos del rival, y naciendo así los famosos Arcos del Triunfo.

En la actualidad, los trofeos han ido evolucionando hacia sencillas representaciones de éxito, como copas, placas conmemorativas, medallas, etc. Sin embargo, aún queda el viejo sabor de capturar los despojos del enemigo y exhibirlos con orgullo, tal y como sucede en la cinegética: los trofeos de caza. Resulta muy común ver en los ranchos de los cazadores, diferentes cabezas de jabalí o cornamentas de ciervo que tienen el mismo valor simbólico que los ancestrales trofeos de la Antigua Grecia.

¿Y que nos dice el diccionario?

Vale la pena asimilar la acepción de la palabra “trofeo” indicada por el DRAE, ya que en cada uno de sus significados se concentra parte de la historia que acabamos de narrar:

  1. Monumento, insignia o señal de una victoria.
  2. Despojo obtenido en la guerra.
  3. Conjunto de armas e insignias militares agrupadas con cierta simetría y visualidad.
  4. Victoria o triunfo conseguido.

Un trofeo a los cobardes

Me gustaría finalizar este artículo recordando a todos esos guerreros que en el campo de batalla giraron sobre sus propios talones, en un intento de volverse hacia la vida y escapar de la muerte.

Sin ellos, el trofeo, en su sentido más primigenio, no hubiera llegado hasta nosotros, y siempre resulta enriquecedor conocer el origen de las palabras, que además de enseñarnos algún capítulo de la historia, nos demuestra que, en el mundo etimológico, nada ocurre por casualidad.

Iraultza Askerria

Balada de un anónimo

Anonimidades I - {author}

Duerme en tu pecho el ansia diametral
de los recuerdos líricos de este hombre,
te olvides quizá un día de su nombre
al encontrar a otro mucho más cabal,
mas será muy difícil del cristal
de tus ojos quitar el sombrenombre
de una prosa que por siempre te asombre
al pintar su carácter eternal,
en tu seno cohibido, en tu sonrisa
diamantina, en tu cálida y salada
arena y en tu voz que sabe a brisa,
donde se unen canciones de paz y vino,
balada de un anónimo firmada
que nunca olvidarás, cuerpo divino.

Iraultza Askerria

La importancia de cuidar al lector

El saber no ocupa lugar - KINOUn escritor sin lector no es nada. O dicho de otra forma, los escritores escriben, sencillamente, para que los lean. Por ello, para un autor de cuentos, poemas o novelas, sus lectores lo son todo en la vida, encarnan los objetivos y los deseos más íntimos de estos magos de las palabras.

Siguiendo con esto, queda patente y es indiscutible que hay que cuidar al lector; y mucho, además. Perder un lector es perder la ilusión de escribir. Hay que ampararlo, instruirlo, mimarlo, hablar con él y mostrarse agradecido, siempre desde la cercanía, la solidaridad y la franqueza.

El escritor y el lector son dos personas ajenas que se conocen mejor que nadie. El primero intenta codificar las emociones de su alma y el segundo logra fehacientemente descifrar estos secretos.

Aquí una lista para consolidar la relación entre los autores y sus lectores, los cuales son mucho más valiosos que las propias palabras con las que los primeros ensucian cuadernos.

1. No hagas perder el tiempo al lector

El lector te está dando parte de su tiempo libre, el bien más preciado en la vida. Hay que verlo así. Cuando una persona ajena se molesta en leer tus textos busca una experiencia, una inspiración, un momento de solaz o el anhelo ancestral de sentirse tranquilo y en armonía.

Es vital ofrecer literatura de calidad o literatura de entrenamiento o literatura instructiva; pero sea lo que fuere, debe ser útil para el lector. Si éste se siente ultrajado o engañado, o, aún peor, nota que está perdiendo el tiempo, cerrará el libro sin pensarlo dos veces.

Y es que el lector es el ser más impredecible y exigente de todos.

2. Haz que el lector se identifique con al menos un personaje

Si escribes novelas, tienes que conseguir que el lector se inmiscuya en la trama. Para ello es muy provechoso crear un personaje, sea protagonista o secundario, con el que los lectores puedan identificarse, bien sea por su físico, por su forma de hablar o por su carácter. Así conseguirás enganchar al lector.

Lograrlo no es fácil, ya que requiere de diversas caracterizaciones y un arduo trabajo. No obstante, las consecuencias son abrumadoramente positivas. Si el lector se identifica con la historia, solo dejará de leerla cuando llegué al final.

3. Ayúdale a respirar

En este punto, debes esgrimir tu maestría literaria para confeccionar frases ligeras, cadenciosas y con ritmo. La extensión de un párrafo o de una frase tiene que cumplir una única regla: facilidad de comprensión. A este efecto, es más sencillo redactar sentencias cortas que largas, pero una oración subordinada, extensa y correctamente escrita goza también de un alcance positivo.

Sobre el sonido de las palabras: mucho cuidado con repetir consonantes sin una razón en particular o introducir rimas internas en un texto en prosa. La eufonía de los términos mejora mucho la experiencia del lector; por lo tanto, hay que evitar cacofonías, oraciones áfonas y trabalenguas. A este respecto, recomiendo siempre, leer el texto en voz alta.

Si lo haces, podrás simular al futuro lector. Si notas que te trabas entre los párrafos o las frases son demasiado largas, para y corrige. De lo contrario, te pueden acusar de haber promovido la asfixia de algún lector enfermizo.

4. No prometas más de lo que puedas dar

Mucho cuidado con la carta de presentación. No digas que has sido finalista en el concurso de poesía breve de un pueblecito de montaña o que eres un excelente escritor. Eso lo decidirá quien te lee. No seamos engreídos, nunca.

Con relación a esto, tienes que tener muy claro que lo que escribes podrá ser utilizado en tu contra. Las promesas incumplidas pueden ser fatales para una carrera literaria. Si manifiestas que escribes poesía, escribe poesía. Pero si solo sabes escribir sonetos, no digas que escribes poesía; es mucho más apropiado aclarar: “escribo sonetos”.

La misma tesis es válida para los géneros novelescos: ciencia-ficción, terror, romance, aventuras… Define tu obra como lo que en verdad es, no te dejes influenciar por cómo quieres que sea.

5. Expresa tu agradecimiento

Mi último consejo es que te muestres ante el lector tal y como eres. El prólogo o el epílogo de la obra es un lugar idóneo para introducir esta presentación de ti mismo. Evidencia tu humanidad, hablando en primera persona y aportando datos curiosos sobre el proceso de creación de la obra.

Igualmente, el escritor debe arrodillarse ante el lector con una reverencia, con una genuflexión, con un franco agradecimiento. ¿Por qué? ¿Y por qué no? No se trata de humillarse ante otros sino de demostrar una simpatía propia de aquellos artistas que necesitan del lector para llevar a buen puerto su obra.

Si sigues estos cinco consejos, estoy convencido de que tus lectores se sentirán más inclinados a leer tus obras. Incluso, quizá a recomendar tus textos o comentar tus escritos. Cuida al lector como si fuera un hijo, porque en cierto sentido la relación entre ambos bien puede definirse así.

Y, por supuesto, si tienes alguna idea que aportar, te invito a comentar tus impresiones, porque seguro que conoces otras tantas formas de cuidar al lector.

Música para violines

Photo - {author}Abres la ventana al amanecer. Respiras el aire puro de las montañas, la brisa cálida del mar y el abrazo exquisito de la naturaleza. Te sientes arropada por las cosas buenas del mundo y por la paz del universo. Ante ti sopla el sonido de los monumentos construídos por las personas: los pozos húmedos, los cultivos ricos, las bibliotecas ilustradoras, las cumbres inalcanzables y las sonrisas en forma de caminos. Todo lo que el hombre y la mujer han erigido por el bien de su propio mundo.

Abres la ventana al amanecer. Ves el sol radiante dedicándote una sonrisa, los árboles crecer al amparo del altruismo, la gente camina cogida de la mano entre risas y bailes tribales. Tus ojos se llenan de alegría ante la plenitud de un mundo en paz.

Abres la ventana al amanecer. Y oyes el sonido más bonito del cosmos: risas humanas acompañadas de música para violines. Al escucharlo, te sientes parte de un mundo al que amas, del que te has enamorado y al que defiendes como lo más bello, ecuánime y bondadoso.

Al escuchar esos violines, te sientes una nota más de su melodía.

Iraultza Askerria

Pacto con el diablo

Demonio - {author}
Háblame de la historia del pecado
que en tu cara creó gracia y lindeza,
pues no habrá ningún sino más preciado
que aquel que dio un comienzo a tu belleza.
Por eso me pregunto atormentado
si con Satán pactaste la proeza
de que fuera tu faz mundo estrellado
otorgándole a cambio tu pureza.
¡Admítelo! ¡Admítelo mortal!
Astuta dama, fémina perfecta
cuya belleza el corazón me afecta,
que eres la primogénita del mal,
sirena, vampiresa sin amor
para este niño entrado en el terror.

Iraultza Askerria

Adiós

AdiOs - {author}Tus palabras se han escapado, indomables y bohemias. Se han ido lejos, al otro lado del mundo, donde la realidad se confunde con los sueños y los sueños rozan la atemporalidad de la muerte. Allá te fuiste, prometiéndome que regresarías algún día.

Sabía yo que nunca más volvería a verte. Pero aún así, te dije: “esperaré”.

Y aquí estoy ahora, aguardando a un desaparecido, a un vagabundo, a un inexistente ser que fue en busca de aventuras porque la vida le parecía aburrida. Seguramente, encontrarás en la muerte la emoción que buscabas.

Yo estoy condenada a la nostalgia, al recuerdo, a la simpática ilusión de un imposible anhelo. Me marchito al aguardo de un regreso que tiende al infinito, como el universo. Tan inmenso como este, era el amor que te ofrecía.

Para ti nunca fue suficiente.

Iraultza Askerria

 

A imitación de los poetas clásicos

Il poeta - {author}

Yo quiero que tengamos un momento
para leer a clásicos poetas
que escribieron sonetos y saetas
alentados por tierno sentimiento,
y después imitar en nuestro aliento
los mismos versos, rimas y cuartetas
abrazando las mismas silüetas
que guardan el amor que por ti siento.
Luego realizaremos distinción
entre el amor de antaño y el de ahora,
entre el verso de ayer y nuestro caso.
Y entenderemos bien y con razón
que nuestro amor y verso hasta mejora
a Bécquer, Espronceda y Garcilaso.