Los jóvenes necesitaban amar durante los febriles y vacilantes progresos de la mocedad. La mayoría, tanto ellos como ellas, llegaban a amar en algún instante de su juventud a una ilusión; a una fantasía concebida en su mente con el único objetivo de solazar y reprimir las propias ansias, los temores, la incertidumbre y la desconocida soledad que los embargaba.Es esta soñadora y romántica inocencia lo que distingue al joven del adulto; los cuales conciben sólo el espíritu frustrado y resignado de lo que anteriormente fueron y dejaron de ser, perdiendo la inocencia, la ilusión y el deseo irrefrenable de ser amado y amar en la inmensidad de un paraíso donde todo se figure paz y bondad.Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria
Jul112013