Dejado el ceremonioso altar de los sueños, en donde el religioso y consagrado matrimonio se viene a efecto mediante un cercano beso en los labios ajenos, y abandonando instantes después la inmensa iglesia de la felicidad tapizada por una cortina de ébano, el amor se vuelve ahora un completo sentimiento de reciprocidad y fortuna.
En la ciudad, ruinas de cementerio al día, y vergel de cielo a la noche, la pareja, él y ella, se unen en un beso de amor puro, al punto que un trueno arranca un ensordecedor aplauso de las manos de las nubes. Las lágrimas de los astros, sonrientes en lo alto de la vastedad creciente del universo, nublan el cuerpo de los amantes, imposibilitando cualquier recepción visual. No obstante, a pesar de que los ojos no se puedan ver, el corazón, unido, ve por ellos. Ella le muestra su alma, dichosa en el interior de su regazo, mientras en la oscuridad de los ojos y en los truenos de los oídos, se ven y se escuchan con el tacto de la naturaleza.
Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria
May162013