Una chispa de excitación

Era tan apuesto, tan hábil en su movimiento manual…, que se preguntaba si sus dedos serían tan agradables pulsando las melodías guardadas entre sus muslos. Le imaginó desnudo, sin esa camisa, sin esos pantalones ceñidos, sin la ropa interior que le arrancaría a mordiscos. Le imaginó tendido sobre ella, soportando su sagrado peso contra la cadera, percibiendo como el sudor recorría sus cuerpos flamígeros, mirándose recíprocamente con las pupilas extraviadas en el culminante éxtasis. Imaginó la saliva varonil y meliflua descender empalagosamente por su propia garganta.

Blue eye-Pablo Fernández

Sus ojos femeninos chispeaban de excitación, rehuyendo de la ferocidad de su hermano.

—¡Qué me des tu móvil, joder! —Su hermano alcanzó la culminación de la ira. Empuñó con ambas manos el fusil, miró al otro hombre y le disparó—. ¡Y mírame a la cara cuando te hable!

Se hizo un completo silencio, un silencio puntualmente roto por la caída de un cadáver.

Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria

Se cierran los ojos

Me lanzo sobre mi adversario. Durante los pocos segundos que dura el forcejo, mi percepción permanece nula, turbada por la adrenalina, la emoción, la violencia y la rabia y el dolor. Todo ello englobado en puñetazos, empujones y patadas; una competición de boxeo donde el premio no implica la gloria del triunfador, sino la necesidad del superviviente.

Consigo desarmar a mi adversario, pero sus músculos me doblegan irremediablemente. Cuando recupero la noción de mis ojos, me revelo de hinojos frente a él. Sus manos yacen hundidas en mi cuello y las mías intentan vanamente zafarse de las mismas.

Las fuerzas me abandonan lentamente, como un suspiro cuyo aire se evapora al desprenderse de los labios de un ser vivo. Es mi último aliento, mi último ser.

Se cierran mis ojos.

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

Y mientras tanto…

Y mientras el mundo prosigue envuelto en las brumas de la guerra; mientras un octubre rojo se decanta al amanecer y se recoge al ocaso; mientras las estrellas persiguen la luz de la luna allí donde ésta huye; mientras la humanidad se disemina bajo el manantial de la muerte; mientras los misterios atacan y desamparan; mientras la injusticia se arropa bajo el velo de la democracia; mientras la Nada devora y el Todo palidece, ¡mientras ocurre todo esto!, yo sigo igual: mirándome en el espejo, atormentándome el corazón, llorando enamorado y envejeciendo.

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

Hacerla disfrutar

Lanzando un gemido suave y agudo, la agraciada mujer cerró los ojos. Al instante, todos sus sentidos se evaporaron, salvo la excitación del tacto —y del contacto—, convertido en la única impresión de su cuerpo.

Bajo una sonrisa de agrado, sentía la cabeza de José hundirse entre sus dos senos, mientras las cinco vergas de las manos naufragaban entre las húmedas aguas de sus ingles. Apreció las olas ardientes del hombre resbalar por sus pezones, dejando la estela salival sobre la piel.

De esta forma, deleitándose con los besos y las caricias de José, que se encallaban entre sus pechos y entre sus muslos, María no pudo más que continuar con los párpados cerrados mientras prorrumpía pausadas exclamaciones de complacencia, comprendiendo que aquel hombre iba a hacerla disfrutar.

Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria

Bajo el acecho de la luna

Las caricias del viento suspiran de amor bajo el acecho de la luna, la cual lo persigue ansiosa y apasionadamente, derramando sus besos de luz allí donde se perciben sus murmullos. Dentro de ese iluminado entorno, la musicalidad de la brisa se ofrece como el roce de un cuerpo contra otro; como el jadeo de unos labios sobre una boca ajena; como el suave pestañeo entre dos pupilas que se miran. Algo tan hermoso y ardiente como el propio amor.

—Te quiero.

—Y yo a ti.

Voces que, fingiendo una única armonía, comprenden dos alientos abrazados a un beso. Dedos que, pareciendo una única mano, se desafían por poseer la palma contraria. Ojos que, pestañeando al unísono como un mismo párpado, se reflejan envidiando y anhelando el centelleo del otro. Suspiros de los labios, caricias de una mano y miradas de un alma. Un corazón en dos cuerpos y en un mismo hálito. Tan hermosa pareja se ama bajo el abrigo de la noche.

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria