La mecánica del sexo

Las caricias y los susurros de ternura brotaron como el gas de un motor de combustión; un acto tantas veces ejercido se había transformado en un procedimiento instintivo e inconsciente.

Así, los dedos de él aferraban los muslos de ella con una firmeza automática. Los besos, los roces, los intercambios de sonrisas y de gemidos, los extravíos en la fulgente mirada del otro, el aroma a fusión fatigada, el cenit de la unión carnal… Todo aquello había perdido la intriga y el nerviosismo de la inexperiencia. Ahora todo consistía en un mecánico tráfico de sexo y de goce.

Pero, al igual que la primera vez, proseguía siendo una práctica deliciosa y apetecible, una sensación que les hacía sentirse vivos, eufóricos y colmados de fortuna, casi a punto de rozar el cielo con sus dedos terrenales.

Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria

El primer asesino

Si consideramos la terminología bíblica, el primer asesinato conocido ocurrió cuando Caín mató a su hermano Abel. Desde entonces, los milenios de la historia han estado plagados de asesinatos, atentados y homicidios. El faraón Teti, Jerges II, Filipo de Macedonia, Darío III, Seleuco, Viriato, Pompeyo, Julio César, Jesucristo, Calígula o Godofredo de Frisia forman parte de este tan poco envidiado elenco.

No obstante, a pesar de tantos siglos de atentados y conspiraciones, el término “asesino” tiene su origen en el último milenio, durante el apogeo del Islam. En el contexto de un mundo dividido entre cristianos y musulmanes, estos últimos habían erigido un imperio religioso que se prolongaba desde la Meca hasta la península ibérica. Las ideas del profeta Mahoma se habían extendido abiertamente por los tres continentes del mundo conocido.

Sin embargo, como en todas las grandes ideologías, pensamientos y doctrinas, el Islam también sufría de disputas internas, escisiones y cismas. Ya en los albores de la religión ocurrió una importante ramificación de la ideología musulmana, creando grupos enemistados de chiítas y sunitas. Las causas fueron disputas sucesorias.

Estas lides entre partidarios de la misma religión se vio empeorada por divergencias en la propia doctrina chiíta, que se dividió entre imamíes e ismailíes. A su vez, del ismailismo brotaron otras corrientes independientes como la secta nizarí. En esta última vamos a centrarnos.

La fortaleza de Alamut

La fortaleza de Alamut

Durante el siglo XI, la hermandad nizarí, llamada Hashshashin por sus detractores, se granjeó la fama y el miedo de sus enemigos. El líder Hasan ibn Sabbah, consagrado con el título de “El Viejo de la Montaña”, consolidó dicha comunidad. Su principal fortaleza era Alamut, ubicada en un macizo montañoso al sur del mar Caspio. Era un paraje inexpugnable donde los nizaríes se reforzaron mientras sus enemigos vivían en el más íntimo miedo, en el pánico más visceral, en la inseguridad más hiriente.

Pero… ¿por qué este terror? ¿Cómo fueron sembradas las semillas del miedo? ¿Qué convertía a los nizaríes en la secta más peligrosa y aterradora de la región?

Si el lector ha sido atento, se habrá fijado en la curiosa etimología del sobrenombre de la secta nizarí: Hashshashin. Si obviamos el uso de las molestas haches y simplificamos esta palabra árabe, obtenemos la raíz “assasin”, de donde derivan nuestras palabras actuales de asesino, asesinato o asesinar.

Aunque existen diversas hipótesis acerca del significado y el origen de la palabra Hashshashin, la mayoría de las fuentes la traducen como “bebedores o consumidores de hashish”, siendo el hashish el cáñamo índico.

Es bastante probable que el líder de los nizaríes ponía a sus súbditos bajo la influencia del hachís, momento en el que estos disfrutaban de cualquier tipo de placer carnal. Este “paraíso” no duraba eternamente y cuando los nizaríes despertaban del letargo de la droga estaban dispuestos a hacer cualquier cosa para poder regresar a ese preciado edén, a ese lujurioso cielo al que acudirían al término de sus vidas. De esta forma, el líder nizarí tenía a su disposición a decenas de hombres leales y preparados para consumar cualquier orden, sin valorar la posibilidad de morir.

La verdadera fama de la comunidad deriva de los asesinatos que cometieron. Estos atentados eran premeditados y estaban dirigidos contra los líderes políticos o religiosos de sus enemigos. Eran infalibles, mortíferos y osados. No tenían porque salvaguardar su propia vida: si conseguían cometer el asesinato, tendrían el paraíso asegurado. Morir durante el atentado era un mal menor.

Por todo esto, los nizaríes fueron una célula terrorista kamikaze que durante siglos acobardó a sus enemigos. Fueron capaces de derrocar gobiernos, asesinar ministros y acabar con líderes religiosos. Sabiendo que los nizaríes eran una comunidad minoritaria del ismailismo, a su vez minoritario del chiísmo y éste a su vez minoritario del Islam, se puede decir que no les faltó trabajo.

Tal fue la fama y la popularidad de la hermandad, que el término árabe “fumadores de hachís” ha desembocado en la palabra “asesino” de la cultura occidental moderna, vocablo que no sólo se utiliza en el castellano, si no también en otros muchos idiomas como el inglés, el francés o el italiano.

Iraultza Askerria

El lago camposanto

Eres un lago eterno de frescura.
Sin ahogarme en ti puedo naufragar.
Me llenas, me rodeas como un mar
templado; inmensa y plácida figura.

Me reflejo en tu líquida hermosura,
bálsamo rico, tú puedes curar
del monótono sentido de estar
buscando en esta vida la cordura.

Pero así es suficiente: loco, amante
de un lago sin final, lleno de vida
y que llena la mía con talante.

Lago eterno infinito que en ti quiero
morir, que no me importa si me olvida
el mundo mientras dentro tuyo muero.

Iraultza Askerria

A las llagas de la memoria

Yo, situado a unos metros del escenario, podía vislumbrar a los músicos y a la mayor parte del público: jóvenes rostros que sacudían la cabeza y el cuerpo con el alegre vaivén de la festividad cotidiana. Aquello parecía una reunión familiar, una íntima ceremonia, el casamiento entre la libertad y la noche que se habían amado durante siglos enteros, y que ahora se desposaban bajo un rocío de voces privilegiadas que cantaban al unísono.

Y entonces la vi.

Justo cuando terminó la canción, la vi.

Vi venir su imagen hacia mí como un huracán súbito e imparable, como el brazo irrefrenable de un maremoto, como la sacudida rabiosa de un catastrófico seísmo. Fui arrastrado a las llagas de la memoria, donde todo lo penetrante produce un profundo dolor en el espíritu y en el corazón, muy lejos del pasajero estremecimiento sentido apenas por la mente.

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

Desnudándose

Me dio la espalda.

Luego, se desprendió de la camiseta naranja.

Yo ni siquiera aparté los ojos…

Se desnudó… despacio, con soltura pero despacio, dejando la prenda sobre el escritorio y manteniendo el cuerpo erguido en toda su altura, señorial. Tenía el cabello recogido en una serie de bucles que descendían por detrás de sus hombros. Pude ver la espalda en toda su magnificencia. Se me reveló la piel de seda un deseo inextinguible que me arrancaba la respiración; el corazón ya había sido arrancado tiempo atrás. Era tan hermosa, tan perfecta… Su piel morena, sus hombros menudos, su cintura estrecha…

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

El aroma del whisky

De esta forma, Magdalen escanció cuatro copas del licor escocés. Su transparencia odorífera resplandecía con un color vivo y ambarino, como un cristal de oro diáfano. La cálida fragancia de su cauce convertía la atmósfera en un vergel de rosas, embriagadoras de la mente. Su poder aromático podía extenderse por todo el aire, evolucionando en el ambiente, suprimiendo los restantes olores que pudiesen eclipsar su exclusivo perfume a alcohol.

Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria

La casa del faraón

Templo de Ramsés II - Abel Jorge

La memoria del Antiguo Egipto se ha mantenido viva hasta nuestros días gracias a dos de sus entidades más representativas: las pirámides y los faraones. De las primeras aún queda la imborrable edificación en honor a Keops, que en la meseta de Guiza se alza majestuosa como la última de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Entre los segundos, cabe destacar a Tutankhamón, el faraón niño; al longevo Ramsés II, gobernante de Egipto durante 67 años, y a la hermosa Cleopatra. Esta última, sin duda, la reina más famosa de la historia.

La raíz etimológica

Como bien es sabido, la palabra “faraón” se utiliza para designar a los monarcas que gobernaron en el Antiguo Egipto, desde el faraón Narmer (Menes) alrededor del 3050 hasta la reina de origen griego mencionada anteriormente, quien dirigió el país africano hasta el año 30 a.C.. Aunque no se puede precisar con certeza debido a la pérdida de referencias contemporáneas, el número total de faraones durante esos tres mil años puede haber superado la cifra de trescientos, dividida, al menos, en una treintena de dinastías.

Sin embargo, a pesar de tan larga historia, el pueblo egipcio no empezó a utilizar el término “faraón” hasta el siglo XIV a.C., durante el reinado de Amenofis III. Por tanto, rígidamente hablando, éste fue el primero de los faraones egipcios.Entrando de lleno en la etimología de la palabra, “faraón” deriva del latín “pharaon”, éste a su vez del griego “paraoh”, que proviene del hebreo “paroh”. Fueron los hebreros quienes adaptaron la palabra egipcia original, que se transcribe como “per-aa”.

El significado de la palabra

Siguiendo el esquema lógico, el significado de “per-aa” debería ser “rey”, “monarca” o “majestad”. No obstante, nada más lejos de la realidad: significa “casa” [per] “grande” [aa]. Esta “gran casa” no era más que el palacio donde vivía el faraón, a quien se mentaba utilizando la personificación de su propia vivienda.Esta actitud, no debe parecernos extraña. Generalmente, el pueblo, y especialmente un pueblo tan religioso como el egipcio, consideraba al monarca una figura divina, relevante, suprema, que se encontraba por encima del individuo común. Por consiguiente, los egipcios utilizaban la metáfora de “gran casa” para referirse al rey de Egipto, del mismo modo que nosotros utilizamos fórmulas como “Su Majestad”.

Distintos vocablos, mismo sentido

Además, cabe señalar que en la sociedad moderna actual existen sutiles paralelismos con esta curiosa etimología del monarca egipcio, comola Casa Blanca, que frecuentemente se utiliza para simbolizar al presidente estadounidense o a su gobierno. Otro ejemplo, se puede encontrar en la innecesaria e infructífera monarquía del Reino de España: el Palacio de la Zarzuela, que en multitud de ocasiones, personifica a toda la familia real. En la práctica, este modelo de “vivienda-gobernador” se repite en otras tantas instituciones.

En definitiva, aunque pueda parecer curioso el verdadero significado de la palabra “faraón”, no debe extrañarnos de ninguna manera. Así como los reyes y monarcas sucumben ante el beso de la muerte, sus moradas pueden permanecer en pie durante siglos, trascendiendo al propio nombre de sus anfitriones.

Iraultza Askerria

Una vida de satisfacción

Leví se inclinó sobre la barra, colocándose el rulo en el interior de la nariz. Aspiró la cocaína. La línea de nieve se evaporó ante su olfato con una celeridad desbordante.

Echó la cabeza hacia atrás, mientras absorbía largas bocanadas de aire y un delicioso estremecimiento atravesaba su alma. Sintió un rayo de luz filtrándose entre sus latidos y un cúmulo de energía verterse sobre el cauce de su pensamiento. En los ojos, un resplandor de fuego aumentó el grosor de las pupilas, incendiadas por chispas de humo.

Al cerrar los párpados, se bosquejó en su cerebro un edén de pensamientos, una dicha de anhelos, una vida de satisfacción.

Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria