Solos. Sentados. Con la mente extraviada entre tantas palabras, examináis con transparente hastío manuscritos y relatos de cuentistas fantasiosos, vanidosos literatos y periodistas aferrados a un sueño desvanecido a costa del dinero.
Vosotros, lúcidos jueces de su abandonada imaginación, buscáis como aguja en el pajar, un relato eminente que merezca vuestros subjetivos elogios, siempre condicionados por los ánimos del momento, sean bien cálidos y venturosos, sean mal fríos y desdichados.
Sus primaveras y veranos tendidos sobre la mullida hierba de los campos y bajo el cielo abierto, limpio e inalcanzable de su universo, acompañados por el aroma de las musas y el cántico de la brisa. Sus otoños e inviernos asfixiados entre mantas y almohadones, intentando concebir en un íntimo calor a los hijos, que abatidos y sin esperanza, pugnan por egresar de sus almas.
Tales son sus palabras que, en el mortecino presente en que vivís, son saboreadas, quizás engullidas, por vuestra mente ávida del secreto de los artistas, a quienes, muy a pesar del afán, el sudor y la dedicación, se les niega el prestigio y la bienaventuranza que se merecen. Ellos y ellas lloran los amores perdidos del joven que en sus poemas suspira de dolor. Ellos y ellas sufren la bala que perfora, la fecha que atraviesa y el cuchillo que hiere cuando sus personajes se duelen. A veces, incluso, se sienten obligados a asesinar a sus propios hijos… Ellos y ellas, escritores, escritoras, poetas, novelistas, literatos, en fin: ¡artistas!, sufren todo cuanto sus obras sienten, pero poco pueden reír sin vuestras sonrisas, amados lectores.
De ahí que este prólogo no sea más que un franco y honesto agradecimiento en el nombre de la literatura. Ante vuestros ojos se exponen los secretos y los enigmas del misterio, la épica y el peligro de las aventuras, la sensualidad y la sugerencia del erotismo, la profundidad y el cariño del amor. A veces las amáis, otras las odiáis, las reís y las lloráis. Pero siempre las leéis.
Los escritores escriben para vosotros. Para acompañaros en un viaje por vuestra propia imaginación y guiados por las palabras de quien lo preparó. Un viaje sin viajero no es viaje. Vosotros sois los pasajeros de este buque.
Bienvenidos a bordo, amados lectores.